En febrero de 2013, mi obstetra habitual diagnosticó una menopausia prematura, así como una enfermedad muy grave que afectaba las funciones ováricas. Tenía sólo veintitrés años. Me dijo que bajo tales condiciones, nunca podría tener hijos, porque esta enfermedad se consideraba incurable. Por lo que a él concernía, yo era estéril. Ese agosto, confirmó el diagnóstico después de realizar más pruebas.
Decidí orar, porque sólo Dios podía traer una solución a este problema. Mientras el médico me decía que no había esperanza, yo sabía que en Dios siempre hay esperanza. Dios ya había hecho mucho por mí, mi familia y amigos. Este Dios siempre es fuerte. Él no cambia. Yo sabía que Él iba a satisfacer mi necesidad y sanarme.
La Ciencia Cristiana nos enseña que Dios satisface todas las necesidades humanas. En la Biblia, en el primer capítulo de Génesis, leemos: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios... Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (versículos 27, 28, 31). Comprendí que yo era la perfecta imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, tenía todas las capacidades necesarias que Dios me había dado.
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