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Original Web

Pronóstico de muerte revertido

Del número de abril de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 6 de diciembre de 2021 como original para la Web.


Un día hace años, perdí la conciencia y me llevaron a un hospital. El personal médico le dijo a mi familia que tenía un serio envenenamiento de la sangre, y que seguramente moriría dentro de las 24 horas, ya que no tenían forma de salvarme. 

Una amiga Científica Cristiana se acercó a mi cama en la unidad de cuidados intensivos del hospital. Como estaba inconsciente, no recuerdo esto. Sin embargo, más tarde ella me contó que se quedó conmigo, oró por mí, me cantó himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana, y me leyó en voz alta de la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. 

Al mismo tiempo, mi esposo notificó a mi maestra de la Ciencia Cristiana, y ella comenzó a orar por mí. A la mañana siguiente, le dijeron a mi familia que, después de todo, no moriría. Pero permanecí en coma durante casi tres meses, y cuando recuperé el conocimiento, mis músculos no funcionaban. Mi maestra continuó su tratamiento de oración e incluso voló al otro lado del país una vez para visitarme en el hospital. Mis amigos y familiares también oraron.

Durante los siguientes meses no pude sostener ni leer ningún libro en busca de inspiración. Pero tenía un reproductor de CD junto a mi cama y escuchaba himnos y versiones en CD de la Biblia y Ciencia y Salud. Mis oraciones estaban llenas de gratitud por el poder amoroso de Dios sobre la opinión de que no había esperanza para mí. Y estaba especialmente agradecida por cada señal de progreso, por más pequeña que fuera.  

Un día en particular, mientras todavía estaba en el hospital, me sentí culpable por lo que me había sucedido. Había sido Científica Cristiana la mayor parte de mi vida adulta, y sus enseñanzas me habían asegurado que, si comprendía y confiaba en Dios, podría mantenerme a salvo y saludable. De modo que cuando me enfermé de tal manera y tuve que depender de otros para que me cuidaran, comencé a dudar de mi claridad espiritual. ¿Había fracasado de alguna manera porque aún no había alcanzado una comprensión más profunda de Dios como anhelaba? ¿Qué no comprendía? ¿Alguna vez sabría lo suficiente acerca de Dios como para no solo protegerme con la oración, sino también ayudar a los demás? 

Mi confianza en la eficacia de mis oraciones realmente se desplomó. Pero entonces recordé cierto relato bíblico. Después de que arrestaran a Jesús, como había predicho, Pedro lo negó tres veces. No mucho después de que Jesús resucitó, le preguntó tres veces a Pedro si Pedro lo amaba. Cada vez Pedro dijo que sí. La primera vez, Jesús respondió: “Apacienta mis corderos”. Las dos veces siguientes, respondió: “Pastorea mis ovejas”, instruyendo a Pedro a continuar en la obra santa y sanadora que Jesús le había enseñado (véase Juan 21:15-17).

Pensando en cómo le había hecho Jesús esas preguntas a Pedro, consideré que el Maestro podría haberle estado diciendo a Pedro que, aunque una situación extrema y temerosa nos lleve a un lugar inesperado, si continuamos amando y siguiendo a Cristo, nuestra misión estará asegurada. Me di cuenta de que, a pesar de lo que estaba pasando, no podía ser privada de la capacidad de vivir una vida útil y mantener una práctica eficaz de la Ciencia Cristiana. El estudio continuo, la oración y el cuidado amoroso y práctico trajeron progreso.  

Por muy gradual que fuera la curación, sabía que Dios estaba conmigo a cada paso del camino. Con la certeza de que el mismo Amor divino que resucitó a Jesús había anulado una expectativa de muerte para mí, sabía que podía contar con que el Amor divino me llevaría hasta el final. Y en el transcurso de muchos meses, tuve una recuperación completa.

Muchas veces encontré gran consuelo en las ideas compartidas en los escritos de Mary Baker Eddy. La siguiente me alentó mucho: “¡Gloria a Dios, y paz a los corazones que luchan! El Cristo ha removido la piedra de la puerta de la esperanza y fe humanas, y mediante la revelación y la demostración de la vida en Dios, las ha elevado al a-una-miento posible con la idea espiritual del hombre y su Principio divino, el Amor” (Ciencia y Salud, pág. 45).

Hoy, más de una década después, he sido bendecida con buena salud y provecho. Estoy muy agradecida por todo lo que la Ciencia Cristiana me ha demostrado sobre el poder y la presencia del Amor divino. 

Barbara Whitewater
Tempe, Arizona, EE.UU.

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