Para los cristianos alrededor del mundo, la Pascua no es simplemente otro día festivo en el calendario, sino la conmemoración de la crucifixión y resurrección del hombre más significativo y de pensamiento más espiritualizado que haya caminado en la tierra, Cristo Jesús. Al considerarlo a través de la lente de la fe, el hecho de que haya superado la muerte ofrece la esperanza de que todos aquellos que se esfuerzan por seguir sus pasos, tienen la promesa de vida eterna.
¿Qué significa esto realmente? Les hemos pedido a algunos de nuestros lectores que compartan la luz espiritual que para ellos ha derramado la Ciencia Cristiana sobre esta pregunta, y acerca del verdadero significado de la Pascua. Sus ensayos hablan de renacimiento, liberación, regeneración y curación. ¡Esperamos que los mismos te eleven y brinden inspiración!
La Pascua hoy
Olga Chaffee
Cuando de muy pequeña asistí a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, no me fue difícil darme cuenta de que el verdadero significado de la Pascua no tenía nada que ver con los conejitos de chocolate. Tampoco se trataba simplemente de un evento que muchos en el mundo conmemoraban una vez al año en determinada fecha. A edad temprana me di cuenta de que el verdadero significado de la Pascua tiene que ver con liberarse de las lágrimas, la tristeza, la duda y el temor. ¡Qué revelación más liberadora!
La maravilla y la gloria que los discípulos de Jesús presenciaron después de su resurrección están brillando para nosotros aún hoy. Día a día somos bendecidos por el recuerdo del desayuno que esos discípulos disfrutaron con el Maestro a orillas del Mar de Galilea (véase Juan, cap. 21). Esta historia muestra que todos nosotros, también somos capaces de elevarnos por encima de la oscuridad del mundo; en otras palabras, somos capaces de despertar a la verdadera visión de lo que es la vida a la luz que emana de la vida de Cristo Jesús.
Aprendemos que la resurrección del Maestro no fue un evento único, sino la culminación de una vida entera de elevarse constante y conscientemente por encima de la maldad momento a momento. Lo que aparentaba ser una tragedia final en la cruz fue realmente el renacer de sus seguidores, lo cual incluye hoy a los buscadores espirituales. De las palabras y obras de Jesús comprendemos que el hombre es lo que las Escrituras declaran que es: la imagen y semejanza de Dios. Y este conocimiento de las Escrituras sana. Fue el compartir de este conocimiento y su prueba en la curación lo que llevó a Mary Baker Eddy a escribir el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, y formar una iglesia.
En los primeros años del desarrollo de la Iglesia de Cristo, Científico, había servicios para observar ciertas fechas; la Pascua era una de ellas. Al concluir un sermón que la Sra. Eddy dio en tal ocasión, ella dijo: “Amo el culto de la Pascua de Resurrección: me habla de Vida, y no de muerte” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 180). Podemos captar la magnitud de lo que la vida de Jesús probó leyendo el capítulo “La expiación y la eucaristía” en Ciencia y Salud, el cual incluye este vehemente pasaje: “Es posible —sí, es el deber y el privilegio de todo niño, hombre y mujer— seguir, en cierto grado, el ejemplo del Maestro mediante la demostración de la Verdad y la Vida, de la salud y la santidad” (pág. 37).
Leer en oración la Biblia y “La expiación y la eucaristía” ciertamente nos ayudará a comprender la plenitud del amor omnipresente y omnipotente que Dios tiene por Sus hijos. Vivir sus enseñanzas espirituales es una oración sanadora por el mundo. ¡Que hoy y todos los días traigan liberación de lágrimas, tristeza, duda y temor a toda la humanidad!
Una Pascua eterna
Ricardo Agudelo Reina
Recientemente, mientras hacía una investigación sobre la Pascua, recordé algo que me causaba curiosidad hace muchos años, cuando estudiaba en un seminario en Puerto Rico. Las costumbres en esa isla tienen gran influencia norteamericana, mientras que, en mi país, Colombia, se hace mucho énfasis sobre la Semana Santa, la pasión, la última cena y la crucifixión de Jesús.
En la isla repetían mucho la palabra Easter (Pascua), y noté que se le daba más importancia o relevancia a la resurrección; es decir, a la semana de Pascua. En retrospectiva, esto era una noción del paso gigante que daría de justificar el sufrimiento y la muerte de Jesús, a la celebración de su resurrección, luego de abrazar la bella comprensión en la Ciencia Cristiana de que la Vida es Dios, quien es eterno, y nosotros somos Su reflejo espiritual. Para mí, esta comprensión marcó el comienzo de una Pascua eterna.
La Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, una vez dijo algo que desde entonces he hecho mío: “Amo el culto de la Pascua de Resurrección: me habla de Vida, y no de muerte”. Ella agrega: “Hagamos nuestro trabajo; entonces tendremos parte en su resurrección” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 180). Este trabajo envuelve tomar la cruz, como hizo Cristo, y predicar el Cristo, la Verdad, así como sanar al enfermo y al pecador, aun en tiempos de persecución.
Cada año, alrededor de la época de la Pascua, los judíos celebran la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. La semana de Pascua cristiana celebra un sentido aún más sublime de libertad en la resurrección de Cristo Jesús, y la liberación de las falsas creencias materiales de todos los que lo siguen. Es una semana de gloria que evoca la victoria final de Jesús sobre estas creencias y la esperanza de nuestra propia victoria, paso a paso, sobre toda pretensión de existencia mortal, mediante la comprensión de que la vida es verdaderamente eterna para todos.
La Pascua representa para mí, mis hijos, hermanos y sobrinos el eterno amanecer en el pensamiento de nuestra individualidad espiritual e inmortal; de la luz espiritual, no de la oscuridad y el sufrimiento. Damos gracias a la Ciencia Cristiana por este hermoso legado.
“Sentí que había renacido”
Araceli Campos Díaz
Fui criada en una religión en la que la Pascua tenía mucha importancia, pero se centraba en la crucifixión y el sufrimiento que experimentó Cristo Jesús. Me parecía que había mucho dolor para alguien que vino a mostrarnos que Dios es todo amor y del todo bueno, y no podía aceptar que la injusticia pudiera prevalecer por encima del bien. Sentía que había algo más acerca de la Pascua de lo que me habían enseñado, y no quería transmitir ese concepto a mi hijo y mi familia.
Cuando más tarde me dieron a conocer la Ciencia Cristiana, encontré en sus enseñanzas lo que para mí era una explicación más coherente del significado de la Pascua; es decir, una comprensión del verdadero propósito de la vida de Cristo Jesús, cuyo mensaje se trataba de la luz espiritual, de liberación, regeneración y la continuidad del bien. A lo largo de los años, poner en práctica estas enseñanzas han traído infinitas bendiciones para mí y todos mis seres queridos. Pude comprender que Dios, el Amor divino siempre presente, está con nosotros cuando más lo necesitamos, cuando las creencias humanas han tratado de atemorizarnos y hacernos pensar que es el final de algo bueno en nuestras vidas; o incluso nuestra vida misma.
Ciertamente, este fue el caso para Jesús y sus discípulos cuando él estuvo en la cruz. Y él demostró mediante su resurrección que la vida es eterna, y que cuando los sentidos materiales nos dicen “No, tú no puedes superar el pecado, la enfermedad o la muerte”, el sentido espiritual dice lo opuesto: “¡Sí, tú puedes hacerlo!”. Guiados por el sentido espiritual, nosotros mismos podemos experimentar una resurrección, la espiritualización del pensamiento a través de la cual comprendemos que la vida es espiritual, inmortal, de modo que el bien no puede acabar, y tampoco hay un estancamiento o problema que no pueda sanar.
Considero que el momento en que nuestro amado Maestro resucitó fue un momento de consciencia divina, de que estaba totalmente en sintonía con los pensamientos de Dios, lo cual solo puede traer paz, alegría y esperanza para el futuro. Dios nos envía también a nosotros Sus reconfortantes pensamientos, y me he sentido imbuida de esos pensamientos. En esos momentos, he llegado a comprender más claramente que la materia no puede dar ningún veredicto final de pecado, enfermedad o muerte, y que Dios, el bien infinito, siempre tiene la última palabra. Esto ha sido una catapulta para ir más allá del limitante testimonio de los sentidos humanos, y me ha comprobado que Dios es Vida, la única Vida.
Cuando me dieron a conocer la Ciencia Cristiana, encontré en sus enseñanzas lo que para mí era una explicación más coherente del significado de la Pascua.
Esto se hizo muy claro para mí hace casi tres años cuando tuve unos síntomas alarmantes de enfermedad, que me tomaron de sorpresa. Estaba haciendo ejercicio vigoroso en un gimnasio, y de pronto sentí una fuerte punzada en el pecho y el brazo izquierdo. Me sentí desfallecer y fui al vestidor. Me costaba respirar. No podía pensar u orar, solo repetía en el pensamiento: “Dios es mi vida, Dios es mi vida”. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle tratamiento metafísico, y ella me dijo con mucha certeza que yo sólo podía escuchar la voz de Dios y sentir Su fuerza. Muy tranquila me recordó que Dios estaba justamente ahí sosteniéndome, y que no podía ocurrir nada malo.
Le dije a la practicista que no podía pararme, pero quería irme para no alarmar a nadie a mi alrededor, ya que ciertamente querrían ofrecer ayuda médica. La única ayuda que quería era el tratamiento de la Ciencia Cristiana que había solicitado. Siempre he experimentado curaciones rápidas e inmediatas del tratamiento mediante la oración en la Ciencia Cristiana.
La practicista continuó calmando mis temores y me dijo que podía llamar a algún familiar para que me llevara a casa. Pero sentí que debía llamar en cambio a un servicio de transporte, y así lo hice. Mientras esperaba por el vehículo, la practicista me habló acerca del verdadero concepto de hombre, que Mary Baker Eddy define de la siguiente manera en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a la imagen y semejanza de Dios. … El hombre es la idea, la imagen, del Amor; no es el físico. Es la compuesta idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas; …” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 475). Este “hombre” en la Ciencia Cristiana, es el hombre y la mujer que Dios creó, no de la materia sino del Espíritu, una creación que es perfecta y no puede sufrir dolor, enfermedad ni muerte. Me identifiqué a mí misma como esta idea perfecta de Dios.
Pronto llegó mi transporte, y pude ponerme de pie y entrar en el vehículo sin causar ninguna preocupación a los demás. Cuando llegué a casa, mi amada suegra me recibió y me ayudó a subir a mi recámara. Hice reposo físico durante tres días, pero el pensamiento permaneció activo. Sentí que el Cristo, el poder sanador de la Verdad y el Amor, operaba en mi consciencia. Comencé a sentirme más lúcida y pude orar. Mi esposo, mi hijo y mi suegra fueron sumamente comprensivos, sabiendo que yo no requería ningún otro apoyo para mi restablecimiento más que la oración. Ellos también son estudiantes de la Ciencia Cristiana, y tenían la certeza de que este método de curación, que hemos practicado por mucho tiempo, era el báculo en donde afianzarnos, nuestra roca. Todo transcurrió en una atmósfera de mucha paz.
Aunque estuve en cama tres días, la vida seguía su curso. Mi hijo continuaba con sus actividades, gracias a que mi esposo hizo todos los arreglos necesarios en su trabajo para poder ayudar. Mi suegra cuidó de mí todo el tiempo. Mi hijo entraba a la habitación para platicar conmigo sobre su día. Los tres oraban conmigo. Juntos escuchamos himnos y la Lección Bíblica semanal, compuesta de pasajes seleccionados de la Biblia y Ciencia y Salud. Ellos también me leían otros pasajes útiles de estos dos libros.
La primera noche fue difícil, y pensé que no llegaría a ver el día siguiente. De pronto me sentí triste, desesperada y temerosa. No quería quedarme dormida. Inmediatamente recurrí a la Biblia y encontré este versículo: “Yo me acosté y dormí, Y desperté, porque Jehová me sustentaba” (Salmos 3:5). La Biblia de las Américas, pone la última parte en tiempo presente: “Yo me acosté y me dormí; desperté, pues el Señor me sostiene”. Esto me dio la certeza de que no debía tener miedo. Estaba recibiendo el mejor cuidado que podía tener, y sabía que la vida es eterna y que Dios estaba sosteniendo mi existencia. Segura de esta verdad, dormí tranquilamente y desperté a la mañana siguiente muy agradecida y mucho mejor.
Los tres días que estuve en cama estuvieron llenos de amor, oración y comprensión, con el atento cuidado de todos en casa. Fui sintiendo el restablecimiento del cuerpo tan naturalmente, que el cuarto día me levanté, me lavé la cara, me vestí y como tenía mucha hambre, bajé a la cocina a buscar comida. Mi esposo, que se había quedado en casa a trabajar esos días, me miró muy contento de verme bajar las escaleras. Ahora podía moverme más libremente; el dolor había cedido.
En una semana mi salud estaba totalmente reestablecida y seguí con mis actividades normales. Algo había cambiado. La comprensión de lo que es la vida, de lo que es el verdadero sustento del hombre se afianzó en mi pensamiento, y con gratitud solo podía hacer eco de las palabras de Jesús: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes” (Juan 11:41, 42).
Para mí y mi familia, esta curación fue una verdadera celebración. Aunque la fecha en el calendario decía otra cosa, era un día de Pascua. Sentí que había renacido.
Lo que la Ciencia Cristiana me ha mostrado que es el verdadero significado de la Pascua es invaluable. Es la mejor herencia que puedo dejarle a mi hijo, y lo más valioso que puedo compartir con toda mi familia y amigos.
