Hace treinta años, sané de síntomas de ataque cardíaco mediante la oración en la Ciencia Cristiana, y la curación ha sido permanente. Así es como ocurrió.
Siempre me había costado mucho querer a un miembro de mi extensa familia que no mostraba ni respeto ni amabilidad hacia mí cuando me visitaba. Nadie más parecía darse cuenta de cómo me trataba y decidí hacer lo mejor por el bien de la armonía familiar; es decir, amarla “a pesar de sus defectos”. Sin embargo, un año vino para una estadía más larga, y descubrí que era difícil usar la fuerza de voluntad para tratar de ser amable. Me sentí aliviada cuando la visita llegó a su fin, pero justo cuando ella se iba, sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el pecho. Me aferré a algo para sostenerme, pero mi familia no se dio cuenta.
Durante las siguientes semanas, sentí cada vez más temor al experimentar dolor, debilidad y palpitaciones. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para solicitarle tratamiento metafísico a través de la oración. Oramos sabiendo que Dios es Espíritu y la única sustancia. Como reflejo de Dios, el hombre es espiritual y está vivificado por Dios, la Vida divina. De manera que, podía esperar vigor, energía y funciones adecuadas. Un cuerpo material no podía definir mi bienestar. Estos hechos me ayudaron a ver más allá de cada mentira de dolor y acción inadecuada del cuerpo. También comencé a superar el temor a la muerte que parecía muy agresivo, y a confiar, en cambio, en el control sabio y amoroso de la Mente divina.
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