Hace poco me preguntaron, “¿Existe un manual de instrucciones para ser superintendente de la Escuela Dominical?”. Recibo varias llamadas con preguntas como esta, porque actualmente soy Jefe de Apoyo de la Escuela Dominical para el Departamento de Actividades de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston.
Cuando se estaba organizando la Escuela Dominical de La Iglesia Madre a finales de los 1800, la Fundadora de la iglesia, Mary Baker Eddy, escribió a los miembros de la iglesia envueltos en este trabajo. En una carta, ella dijo: “Ahora es el momento para que ustedes, la Escuela Dominical, se organicen y tengan un Superintendente que dirija las cosas ordenadamente” (Mary Baker Eddy to W. L. Johnson, December 14, 1891; L03282, The Mary Baker Eddy Library, © The Mary Baker Eddy Collection). En otro, escribió: “Ha llegado el momento de que la Escuela Dominical se organice y tenga un Superintendente que atienda a la gente de afuera y los invite a entrar...”. (Mary Baker Eddy to Ira O. Knapp, December 14, 1891; L03414, The Mary Baker Eddy Library, © The Mary Baker Eddy Collection).
Mientras pensaba en estas instrucciones, también estaba leyendo Éxodo, y se me ocurrió que la historia de Moisés podría ser una especie de manual de instrucciones para el superintendente. Desde la perspectiva de aquellos a quienes condujo a través del Mar Rojo hacia la libertad, Moisés pudo haber parecido astuto y bueno al “atender al pueblo” e “invitarlos”; pero Moisés sentía que no tenía la capacidad de hacer lo que Dios le había ordenado hacer. Después de todo, se mostraba reacio incluso a comunicarse con los israelitas, protestando ante Dios que era “tardo en el habla” (Éxodo 4:10). La renuencia basada en la creencia de que uno no está capacitado para el liderazgo es similar a cómo me sentí cuando me pidieron que aceptara el puesto de superintendente en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico.
Moisés reconocía las necesidades de su pueblo en Egipto. Pero antes de su encuentro con Dios en el monte Horeb, los esfuerzos de Moisés por abordar esa necesidad estaban menos alineados con la inspiración divina y más con la voluntad humana, y esos esfuerzos rápidamente fracasaron (véase Éxodo 2:11-15). Descubrí que esto también es cierto para servir como superintendente: Tratar de resolver cualquier problema con la voluntad humana fracasa o resulta contraproducente. No obstante, confiar en la Mente divina, Dios, trae soluciones duraderas y sanadoras.
Mientras era superintendente, teníamos un estudiante que era nuevo en nuestra Escuela Dominical y perturbaba su clase. Al principio, no estaba seguro de qué hacer. Intenté un montón de cosas para interesarlo y ayudarlo. Nada funcionó y, de hecho, la situación solo empeoró.
Un domingo, cuando oraba para encontrar una solución, el Manual de La Iglesia Madre sobre la mesa donde estaba sentado resultó estar abierto en el Estatuto de la Escuela Dominical. Al mirar la página, me llamó la atención la palabra alumnos: “En las clases de la Escuela Dominical de toda Iglesia de Cristo, Científico, se admitirán alumnos hasta la edad de veinte años y, por traslado de otra Iglesia de Cristo, Científico, hasta esa edad; pero ningún alumno puede seguir en la Escuela Dominical de ninguna Iglesia de Cristo, Científico, después de cumplir veinte años. Únicamente el personal oficial, maestros y alumnos deben asistir a los ejercicios de la Escuela Dominical” (Mary Baker Eddy, pág. 62).
¿Veía yo a este estudiante como un alumno genuino? Esa pregunta me hizo reconocer al orar que cada estudiante de la Escuela Dominical era un alumno —un estudiante sincero de la Biblia— que deseaba comprender las Escrituras espiritualmente y poner en práctica sus enseñanzas.
Mientras continuaba orando de esta manera, buscando humildemente un nuevo punto de vista, se me ocurrió que cada alumno, incluido el niño al que estaba tratando de ayudar, era un hijo de Dios, creado a Su imagen y, por lo tanto, inteligente, perspicaz, creativo y considerado.
El domingo siguiente, la Escuela Dominical era un lugar diferente. Estaba lleno de alegría, energía y participación. Aunque era necesario orar más, este alumno finalmente participó mucho más en su clase y nunca volvió a su comportamiento anterior.
Cuando Dios le ordenó liberar a los israelitas, Moisés protestó. No se sentía capaz. No pensó que la gente creería que Dios lo había enviado. Pero este no fue el final de la historia de Moisés, y tampoco tiene por qué ser el final de nuestra historia. Ni la resistencia que Moisés sintió inicialmente ni los errores que cometió en el camino impidieron que Dios lo dirigiera, o que Moisés Lo siguiera. Tal vez fue la humildad de Moisés lo que lo convirtió en un candidato tan bueno para la función y tan exitoso en ella. ¿Recuerdas las alentadoras palabras de Dios a Moisés: “¿Quién ha hecho la boca del hombre? … ¿No soy yo, el Señor? Ve, pues, ahora, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de decir” (Éxodo 4:11, 12, LBLA)?
En esta conversación con Dios, Moisés aprendió acerca de la verdadera fuente de liderazgo, la cual lo impulsó y gobernó su carrera divinamente señalada. Y sobre el impacto de esa carrera, la Sra. Eddy escribe: “Moisés hizo avanzar una nación a la adoración de Dios en Espíritu en vez de materia e ilustró las grandes capacidades humanas del ser concedidas por la Mente inmortal” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 200).
Cuán alentador es que, al igual que Moisés, nuestras iglesias y Escuelas Dominicales puedan ayudar cada vez más a nuestras comunidades a comprender la importancia de adorar a Dios en Espíritu. Este es un obsequio que podemos dar a nuestras comunidades locales. Es importante comprender que Moisés tuvo éxito, al menos en parte, debido a que pensaba que él no era un líder. Esto le permitió ser un genuino seguidor de Dios. Su firme certeza de que Dios estaba a cargo lo impulsó hacia adelante y le permitió expresar el valor moral necesario para enfrentar al faraón, guiar al pueblo en su travesía, asegurarse de que fueran alimentados en el desierto y compartir el pacto que los haría moralmente fuertes y libres.
Él “aten[dió] a la gente” y “los invit[ó]” de muchas maneras diferentes durante su carrera mientras los guiaba a la Tierra Prometida. Podemos hacernos eco de esta importante obra en cada Iglesia de Cristo, Científico. Podemos atender a la gente, incluso a los niños, en nuestras comunidades locales, y llamarlos con humildad a descubrir el poder y el gozo de adorar a Dios en el Espíritu en lugar de en la materia. ¿Creemos en esto? Tal vez la genialidad de la historia de Moisés fue que él tampoco pensaba que pudiera hacerlo. Sin embargo, así como estuvo con Moisés, Dios estará con nosotros a cada paso del camino.
A veces podemos pensar que “atender a la gente” e “invitarlos” tiene que ver solo con la comunidad local, pero no olvidemos que los miembros de la iglesia necesitan el mismo abrazo cálido.
En el caso de una iglesia en particular con la que hablé, se le pidió a un miembro que fuera superintendente de la Escuela Dominical cuando en esta filial se pensaba en general que la Escuela Dominical no importaba porque no había alumnos. La oración llevó a este superintendente recién nombrado a hablar individualmente con los miembros de la iglesia sobre el valor de los jóvenes y la Escuela Dominical, y gradualmente la perspectiva negativa cambió. Pronto, una nueva familia comenzó a asistir a la iglesia allí, y los miembros empezaron a ver los resultados de valorar a la juventud. Sus hijos trajeron luz, vitalidad y alegría a cada rincón de la iglesia e inspiraron frescura. Este superintendente dijo: “En vista de esto, no fue sorprendente ver a los miembros entusiasmados por renovar la Escuela Dominical y prepararla para más alumnos”. Ahora la iglesia está muy entusiasmada con la Escuela Dominical, y tienen más estudiantes que vienen con regularidad.
Como pueden ver, el trabajo de superintendente de la Escuela Dominical es esencial para una iglesia, sus miembros y la comunidad. Nos encantaría saber más sobre esta importante actividad en sus vidas y sus iglesias. Los invitamos a compartir sus experiencias al “atender” su iglesia y la comunidad local e “invitarlos” a la maravillosa actividad de la Escuela Dominical. ¿Cómo ha impactado esto su Escuela Dominical en particular y su filial en general? Pueden compartir su experiencia aquí mismo, en las revistas de la Ciencia Cristiana o en la nueva Comunidad en Línea de la Ciencia Cristiana en el área de Apoyo a la Escuela Dominical.