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Original Web

Lesión en la cabeza de un niño sana rápidamente

Del número de septiembre de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de abril de 2025 como original para la Web.


“He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (Daniel 3:25). Cientos de años antes de que naciera Cristo Jesús, Nabucodonosor, rey de Babilonia, pronunció estas palabras después de ordenar que tres jóvenes, Sadrac, Mesac y Abednego, fueran atados y arrojados a un horno de fuego debido a su inquebrantable fidelidad a la supremacía de Dios en la tierra. La protección contra el daño que experimentaron estos jóvenes puede entenderse a través de la descripción que hace San Juan de la “nueva Jerusalén” (véase Apocalipsis 21:2-4), donde se nos aparecen el orden y la ley de seguridad de Dios. Estoy agradecido de contar que mi hijo fue sanado en base a las lecciones de estos relatos. 

El verano pasado, justo antes de que saliéramos en un viaje de campamento en familia, mi esposa me envió un mensaje de texto diciéndome que mientras hacían las compras, nuestro hijo pequeño se había caído y golpeado gravemente la cabeza. Ella había llamado a un practicista de la Ciencia Cristiana para que le diera tratamiento y me pidió apoyo y ayuda de inmediato, y también consoló a nuestro hijo mientras le vendaba la cabeza y luego conducía a casa.

Comencé a orar de inmediato por este niño. Recordé la reunión de testimonios de los miércoles del día anterior en mi filial local de la Iglesia de Cristo, Científico. Esta incluía citas de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, sobre el tema de la “Nueva Jerusalén”. Razoné que, si Dios es todopoderoso y solo bueno, y Su reino ha llegado a la tierra, como dijo Jesús, entonces no puede haber fuerza caótica, aleatoriedad o casualidad que pueda causar que mi hijo tenga un accidente. Si no hubo un accidente, no podía haber lesiones. Me aferré a la verdad de que mi hijo siempre vive y se mueve en un lugar tan protegido que es imposible que pueda sufrir un accidente o daño físico.

Cuando mi esposa y mi hijo llegaron a casa, al principio me alarmé al ver sangre en el apoyacabeza de su asiento para niños. Sin embargo, negué mentalmente que esta imagen pudiera venir de Dios  ya que era imposible en el reino de los cielos. Argumenté mentalmente que, basándome en la premisa de que la vida de mi hijo es una expresión de la Vida divina, la armonía del cielo, la evidencia en el asiento del automóvil era inexacta, insostenible e infundada.

Mientras llevaba a nuestro hijo adentro y le cambiaba de ropa, le revisé la cabeza para ver si necesitaba vendajes o cuidados de una enfermera de la Ciencia Cristiana. No había señales de lesiones en su cabeza, ningún corte, bulto, protuberancia o  hematoma.

No obstante, él todavía estaba molesto, recordando su caída, por lo que me di cuenta de que la impresión de lo sucedido se repetía en su pensamiento. Le hablé de Sadrac, Mesac, Abednego y el Hijo de Dios,  sobre los cuales habíamos conversado varias veces. Meses antes, él había aprendido esa historia de la Biblia en la Escuela Dominical. Nos contó que el Hijo de Dios estaba con ellos y los había salvado del fuego. Le dije que el Hijo de Dios, el Cristo, estaba ahora con él y podía aliviarlo de cualquier dolor, así como había protegido a los tres jóvenes hebreos del fuego. Con eso dejó de concentrarse en la caída, abandonó el tema y jugó con mucha felicidad con su hermana menor. 

Mientras tanto, mi esposa oraba para rechazar la imagen mortal de la caída y establecer mentalmente la imagen divina que sabíamos que constituía la realidad. Después de que nuestro hijo no mostró signos de dolor o lesión, decidimos continuar con nuestros planes de campamento, mientras seguíamos en comunicación con un practicista de la Ciencia Cristiana. Su tratamiento estableció que la curación de nuestro hijo era permanente y que su existencia en el reino de Dios significaba que no estaba sujeto a afirmaciones erróneas de que podía estar separado de la presencia protectora de Dios o que su curación pudiera retroceder o que él volviera a recaer en el sufrimiento. 

Nuestro hijo nunca mostró ninguna molestia durante el viaje. La experiencia de acampar resultó ser lo más destacado de nuestro verano, y él nunca volvió a mencionar el incidente de las compras. No ha habido secuelas de su caída.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, describe la Nueva Jerusalén como “los hechos espirituales y la armonía del universo; el reino de los cielos, o reino de la armonía” (Ciencia y Salud, pág. 592). Esta no es una mera hipótesis teológica que los Científicos Cristianos esperan encontrar validada en un más allá. La salvación omnipresente del Cristo del sufrimiento inminente, a la que se hace referencia en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, nunca se interrumpe y continúa incluso hoy. El descubrimiento de la Ciencia Cristiana que efectuó la Sra. Eddy en el siglo XIX, y los efectos sanadores de nuestra práctica de la Ciencia Cristiana, demuestran que la salvación es una verdad eterna, científica y lógica.

La curación de nuestro hijo me enseñó de nuevas maneras que no estamos sujetos a fuerzas aparentemente aleatorias de la naturaleza ni a actos ininteligibles de un Dios irascible. Más bien, podemos experimentar la protección y la curación del daño físico y mental por medio de la práctica de esta Ciencia del Cristo. 

Graham Thatcher
Woodinville, Washington, EE.UU.

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