A través de la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy, la Fundadora de la Ciencia Cristiana, aprendemos que Dios es una ayuda presente, y no necesitamos tener temor o sentirnos inseguros; que estamos siempre a salvo, y somos guiados y protegidos por Dios, el Amor divino; que jamás debemos sentirnos inquietos o en peligro, y que siempre podemos apoyarnos y confiar en el Amor divino.
Cuando oro por protección, yo me apoyo especialmente en dos salmos. Uno de ellos es el Salmo 23, el cual dice en parte: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (versículo 4). El otro es el Salmo 91, donde el Salmista nos reconforta diciendo: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” (versículo 1). Más adelante, el Salmo 91 nos promete: “[Dios] con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad” (versículo 4). Al comprender que en Dios, el Todo-en-todo, el mal no es real y no puede tener expresión alguna, no tendremos temor del “terror nocturno, ni saeta que vuele de día” (versículo 5), y sabemos que nunca podemos ser tocados por nada, sino por el bien. Estar conscientes de esto es nuestra mejor protección.
Recuerdo un viaje que hice a una ciudad en un estado vecino. Se trata de una ciudad que muchos consideran hostil y violenta, donde la gente parece tener el hábito de engañar a su prójimo y robar a sus semejantes, con el propósito de beneficiarse ilegalmente de ellos. Conforme a la experiencia que tuve en este viaje, puedo dar fe de que cuando estamos imbuidos de la certeza de la totalidad del Amor divino, podemos emular a Cristo Jesús y confiar sin reservas en Dios, experimentando protección, seguridad, salvación y curación.
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