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Para jóvenes

Detrás del volante… con Dios

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 31 de mayo de 2021


Era emocionante conducir por el centro de la ciudad en el tráfico pesado. Estaba en mi último año del bachillerato e iba a recoger mis fotos de la escuela. El cielo estaba azul y sin nubes, y el sol de la tarde había encendido el aire con un suave brillo dorado. Estaba en un mundo propio mientras conducía y cantaba. 

Al detenerme por un semáforo en rojo, vi el cartel de la calle donde se suponía que debía girar a la izquierda. Sin pensar en ni siquiera mirar por el espejo retrovisor, giré a la izquierda desde el carril derecho. El conductor que venía detrás de mí no estaba preparado para este movimiento y se estrelló contra el lado de mi coche. 

Conmocionada pero ilesa, miré hacia arriba y vi al conductor del otro auto gritando y agitando sus brazos contra mí. ¿Cómo había girado a la izquierda desde el carril derecho? ¿Y sin siquiera poner el direccional? 

Fue intimidante, pero en ese momento recordé que mi maestro de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana me había dicho que, si alguna vez tenía un accidente, debía volverme inmediatamente a Dios y saber que estaba bajo Su cuidado. Hice esto y también oré el Padre Nuestro. En lugar de miedo, empecé a sentir la presencia del Amor divino. Toda autocondena y vergüenza desaparecieron. Mi pensamiento se tranquilizó y me sentí agradecida de saber que todos los afectados también estaban bajo el cuidado de Dios. 

Un coche de policía se acercó. El hombre dejó de gritar. Me disculpé por lo que había sucedido y luego pude llamar a mis padres. Vino una grúa y remolcó el coche, y me sentí muy agradecida de que nadie hubiera resultado herido. A pesar de que había cometido un error muy grande, recurrir a Dios en oración ese día me dio la gracia espiritual para superar la situación con compostura y aprender a hacerlo mejor en el futuro.

Había pensado que tener una licencia de conducir y estar al volante de un auto era emocionante y me daba libertad. Pero hasta ese día, realmente no había tenido en cuenta la responsabilidad que viene con esas cosas. No obstante, después de esta experiencia empecé a reflexionar que el hecho de conducir era algo más que una forma de tener independencia. Comencé a darme cuenta de que realmente era una oportunidad para poner en práctica las cualidades de paciencia, discernimiento y amor por los demás, que Dios me había dado. 

Comprendí que tener estas cualidades en mente mientras conducía era una forma de orar. Empecé a verme a mí misma y a todos los demás en el camino como expresiones plenamente capaces de la Mente, moviéndose en armonía unas con otras. Oré para respetar a los otros conductores, así como para comprender que Dios era la inteligencia de cada uno de nosotros y que cada uno era obediente a Su dirección. 

También me di cuenta de que podía orar para no sentirme tentada a hablar por mi celular o a hacer cualquier otra cosa que me impidiera prestar atención a lo que estaba sucediendo en el camino. Aun podía disfrutar de la sensación de libertad que viene al conducir, pero ahora estaba poniendo la seguridad y el bienestar de los demás por encima de mi deseo de divertirme. Y traté de estar constantemente consciente de que Dios es la fuente de la seguridad de cada conductor y pasajero. 

A partir de esta experiencia, aprendí que crecer puede ser emocionante, pero también nos da muchas oportunidades para acercarnos más a Dios y aprender más acerca de Su omnipresencia, que es como podemos sentirnos seguros en cada situación y en cada nueva aventura.

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