Mis amigos solían decir que yo era segura de mí misma y competente; sin embargo, ¡si hubieran sabido! Para mí, estas cualidades parecían una fachada. Por dentro, me sentía tímida, excesivamente sensible y sola.
Durante la mayor parte de mi vida había sufrido de baja autoestima. En mi adolescencia, intenté esconderme detrás de maquillaje sobrecargado y anteojos de sol. Y empecé a fumar y beber para tratar de sentirme más segura. Ninguno de estos accesorios ayudaba.
A lo largo de los años, estudié la Ciencia Cristiana, profundizando en las Lecciones Bíblicas semanales del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana para aprender más acerca de Dios. No tenía ningún plan; solo deseaba conocerlo mejor y aplicar lo que estaba aprendiendo en mi vida diaria. A medida que mi confianza en Dios iba creciendo, también lo hacía mi seguridad.
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