“Vete a tu casa y quédate allí” fueron las últimas palabras que esperaba escuchar en la primavera de 2020. Había estado coreografiando un número de baile para el espectáculo anual de danza de mi escuela que se llevaría a cabo tan solo unos meses después; y ya había seleccionado a los miembros del elenco y pasado muchas horas enseñándoles mi pieza.
Y ahora esto. Todos en mi universidad tuvieron que irse hasta nuevo aviso debido al brote de COVID. Las clases se completarían en línea. Mientras toda la escuela se reunía para recibir la noticia, también recibí un mensaje en mi teléfono para reunirme esa noche en el estudio de baile.
Más tarde, entré en el estudio, temerosa de lo que estaba por escuchar. Los deportes de primavera ya habían sido cancelados por el resto del año. Mi profesora de baile dio la noticia de que el espectáculo probablemente no se haría. Todos estaban desconsolados. Yo estaba en shock y completamente decepcionada. Había trabajado en mi baile desde el verano anterior, y ahora, ¿todo había sido en vano debido a esta pandemia?
Después de nuestras vacaciones de primavera de dos semanas, mi profesora de danza se comunicó con sus coreógrafos y luego con su elenco. Ella dijo que, como todavía teníamos que completar nuestras horas para el curso, en realidad, no habíamos terminado con la producción de baile como pensábamos. En cambio, cada uno de nosotros haría videos individuales de los bailes en los que participábamos conforme a la indicación de los coreógrafos. Luego, los combinaríamos con el trabajo que habíamos hecho antes de salir de la universidad en marzo, y transmitiríamos el programa en línea. Era una idea genial. ¡Y quería decir que, a pesar de todo, tendríamos nuestro espectáculo de baile!
Durante las siguientes dos semanas, además de nuestras llamadas semanales por Zoom y las sesiones de calentamiento, oramos juntos y compartimos ideas espirituales que nos ayudaban a seguir adelante con nuestro trabajo. En nuestro último sábado juntos, mi profesora de danza compartió un artículo de Milton Simon publicado en octubre de 1949 en el Christian Science Journal, y en septiembre de 2013 en El Heraldo de la Ciencia Cristiana en línea titulado “Todo el camino”. Yo había leído este artículo antes, pero nunca me había impactado como lo hizo ese día. En el artículo, el escritor explica que una amiga había estado orando cuando le vino un pensamiento claro de Dios que decía: ““El Amor jamás lleva a nadie hasta la mitad del camino. El Amor nos lleva todo el camino”.
Cuando mi profesora de danza leyó esas palabras en voz alta, trajo a mi memoria lo ocurrido en marzo, cuando me sentí tan desconsolada y salí del estudio de baile llorando. En ese momento, sólo habíamos llegado hasta la mitad del proceso de armar el espectáculo, y parecía que todo había llegado a un abrupto final. Aquella noche, fue como si todo mi trabajo duro hubiera sido en vano.
En cambio, allí estaba yo, sentada en mi habitación con toda mi familia de baile en mi computadora portátil. Sí, habíamos trabajado duro y confiado en la creatividad y el ingenio. Pero en ese momento, pude ver que algo mucho más importante estaba sucediendo. De hecho, había sido Dios el que nos había llevado de principio a fin. No podía haber interrupción en la continuidad del bien de Dios, porque el bien es lo que es sólido y real. Y cuando comprendes las cosas espiritualmente, puedes ver que no hay nada que pueda interferir con la plenitud de la bondad de Dios.
Pensé que lo más genial de todo era que la idea del espectáculo resultó ser sumamente completa, a pesar de que no era lo que yo había esperado cuando comenzó el proceso. Sin embargo, tuve la oportunidad de compartir mi baile, “Un mensaje de esperanza”, con todos. Sentí que el mensaje de la canción que había elegido era algo que mi comunidad universitaria necesitaba escuchar, y me encantó que la idea me hubiera llegado en junio de 2019, mucho antes de que pudiera saber cómo sería el mes de mayo de 2020. Para mí, esta fue una prueba más de que Dios realmente había estado a cargo de este proyecto de principio a fin.
Cada aspecto del espectáculo final se combinó armoniosamente y se transmitió en vivo. Emitimos la versión de los bailes que había sido filmada el día antes de tener que salir del campus, seguida de la versión que incluía imágenes de todos bailando individualmente desde sus hogares. Todos estábamos orgullosos de nuestro trabajo y esfuerzo.
Esta experiencia fue un buen recordatorio de que Dios siempre está gobernando cada aspecto de nuestra vida, y que cuando reconocemos esto, somos bendecidos, sin importar las circunstancias. Ese es el mejor sentimiento que pueda existir.