A lo largo de los años, he orado sinceramente para resolver problemas familiares y de otras relaciones. En realidad, el deseo de tener relaciones armoniosas fue la razón principal por la que elegí la Ciencia Cristiana como forma de vida. No tenía una buena relación con mi padre. Anhelaba crecer espiritualmente para poder comprender mejor mis relaciones humanas.
Después de muchos años de orar sobre esto, finalmente me di cuenta de que el antídoto o la respuesta a todos los desafíos en las relaciones está en el comienzo del Padre Nuestro: “Padre nuestro que estás en los cielos”. Eso es todo: nuestra única y verdadera relación. Niega la mentira más grande de que nacimos en la materia, de que nos originamos en Adán y Eva.
La comprensión de que mi Padre y el de todos es el Espíritu, la Mente, me brindó un sentimiento de liberación. Me aseguró que la misma Mente divina, nuestro Padre celestial, que se comunica conmigo, se comunica con todos. Todos tenemos líneas directas, no extensiones, a Él. Por lo tanto, Él nos mueve a cada uno de nosotros de acuerdo con Su voluntad, que siempre es buena.
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