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COLUMNA

Buenas noticias

Prestar a Dios nuestra atención y encontrar curación

Del número de abril de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 29 de noviembre de 2021 como original para la Web.


A lo largo de los años, he orado sinceramente para resolver problemas familiares y de otras relaciones. En realidad, el deseo de tener relaciones armoniosas fue la razón principal por la que elegí la Ciencia Cristiana como forma de vida. No tenía una buena relación con mi padre. Anhelaba crecer espiritualmente para poder comprender mejor mis relaciones humanas.

Después de muchos años de orar sobre esto, finalmente me di cuenta de que el antídoto o la respuesta a todos los desafíos en las relaciones está en el comienzo del Padre Nuestro: “Padre nuestro que estás en los cielos”. Eso es todo: nuestra única y verdadera relación. Niega la mentira más grande de que nacimos en la materia, de que nos originamos en Adán y Eva. 

La comprensión de que mi Padre y el de todos es el Espíritu, la Mente, me brindó un sentimiento de liberación. Me aseguró que la misma Mente divina, nuestro Padre celestial, que se comunica conmigo, se comunica con todos. Todos tenemos líneas directas, no extensiones, a Él. Por lo tanto, Él nos mueve a cada uno de nosotros de acuerdo con Su voluntad, que siempre es buena.

Jesús dijo: “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos” (Mateo 23:9). Esto no quiere decir que no damos a nuestros padres crédito y respeto por el inmenso trabajo de criarnos, pero es importante tener ante todo en el pensamiento que nosotros, y ellos, nacemos del Espíritu, no de la materia, como Jesús le dijo a Nicodemo (véase Juan 3:1–8).

Estas verdades sanaron situaciones discordantes con mis familiares y otros. Algunas situaciones mejoraron o se resolvieron sin que siquiera intercambiáramos palabras. La Mente divina efectuó la comunicación.

Recientemente, me encontré de nuevo en lo que parecía ser una relación rota con un pariente al que quiero profundamente. La relación se había deteriorado con el tiempo, y no parecía haber nada que pudiera hacer humanamente para revertir el daño. Le había pedido perdón a esta persona y a Dios. También estaba lidiando con algunas otras cosas que me estaban agobiando. En un momento en que me sentí muy desanimada, me volví a Dios en oración, y las palabras del Himno 151 del Himnario de la Ciencia Cristiana describieron exactamente cómo me sentía:

Callado, reverente,
   voy hacia Ti, Señor; 
al corazón has dado 
   amor y humildad. 
Contigo en comunión,  
mi pan y vino eres; 
   me sanas Tú, Señor,
me sanas Tú, Señor.
(Ellen J. Glover, © CSBD)

Anhelaba y oraba para que mi consciencia se llenara de la presencia de Dios, y recibí una respuesta clara: “Enfócate en Mí”. con una M mayúscula.

Busqué el significado de la palabra foco, y uno de los significados del sustantivo es “un centro de actividad, atracción o atención” (merriam-webster.com). Examiné mi pensamiento y descubrí que no estaba prestando toda mi atención a Dios. Estaba distraída por muchas preocupaciones, a pesar de que pienso en Dios, oro y leo o escucho las lecciones bíblicas semanales del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, todos los días.

Sabiendo que se trataba de volverme a Dios en lugar de hacer un esfuerzo intencional, estuve atenta para escuchar ideas prácticas sobre cómo hacer que Dios fuera el centro de mi atención. Me vino la idea de ir a la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana local. Al principio pensé que no necesitaba hacer eso, porque podía orar y leer en casa. Pero decidí seguir el pensamiento angelical. Visité la Sala de Lectura y muy rápidamente me di cuenta de que tenía muchas distracciones en casa. En la Sala de Lectura pude concentrarme física, mental y espiritualmente en las verdades de la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy.

La Sala de Lectura se convirtió en el lugar donde me sumergí en la presencia de Dios, y no veía el momento de ir. Me di cuenta de que es un lugar sagrado donde los miembros de la iglesia (y cualquiera) pueden estudiar la Biblia y la literatura de la Ciencia Cristiana y orar. Y lo que es más importante, cumple con su propósito principal de servir al público. Vi que la Sala de Lectura es un lugar comunitario indispensable para la difusión de la Ciencia Cristiana. No hacemos proselitismo, así que esta es una forma muy importante en que la Ciencia Cristiana se conecta con el mundo.

Como enfermera de la Ciencia Cristiana, tengo la oportunidad de cuidar a los Científicos Cristianos que tienen dificultades físicas. Las enfermeras de la Ciencia Cristiana proporcionan, de la manera más cuidadosa posible, una habitación agradable y ordenada, una cama cómoda y una alimentación adecuada, entre otras cosas. Aunque no tenía un problema físico obvio, tenía el corazón roto. No necesitaba el cuidado de una enfermera de la Ciencia Cristiana o un lugar para quedarme a descansar y estudiar como ofrecen muchos centros de enfermería de la Ciencia Cristiana. La Sala de Lectura era el lugar perfecto para estar quieta y orar a un nivel de quietud que no parecía lograr en casa.

Se podría decir que podemos orar y sanar en cualquier lugar. Eso es cierto, pero estoy muy agradecida de que Mary Baker Eddy, la Fundadora de la Iglesia de Cristo, Científico, vio la necesidad de las Salas de Lectura de la Ciencia Cristiana, y las contempló en su Manual de la Iglesia. 

¿Y qué ocurrió con la relación que me hizo comenzar este viaje de oración? Al prestar mi atención a Dios, al sumergirme en Su presencia y responder a Su invitación a reunirme con Él en la Sala de Lectura, esta relación fue restaurada. La persona se comunicó conmigo y me expresó el deseo de que pasáramos un tiempo juntos. ¡Yo estaba llena de alegría! Fue una prueba de que el pasado con todos sus errores se desvanece cuando recurrimos a Dios y permanecemos en Su presencia. 

Mientras estaba en medio de todo esto, mi dedo índice izquierdo se inflamó e hinchó. Una amiga mía que no es Científica Cristiana lo notó en la cena un día y dijo que estaba infectado. Se ofreció a darme uno de sus ungüentos. Le agradecí, pero le dije que el dedo estaría bien. Sabía que necesitaba sumergir mi consciencia en la presencia de Dios —en oración callada y reverente— porque Él ya sabe todo acerca de mí, la verdad de que soy Su reflejo espiritual y perfecto. La hinchazón dolorosa desapareció tan rápido como llegó. 

Estoy muy agradecida por las lecciones que continúo aprendiendo en la Ciencia Cristiana sobre la verdadera identidad espiritual del hombre.

Alina M. Trick

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