Un día, mi mamá y yo fuimos a dar un paseo por el bosque. Tuvimos un buen picnic y tomamos fotos de flores.
Mientras estábamos allí, el bolsillo de mi mamá se abrió y se le cayó el carné de conducir. Pero en ese momento no lo sabíamos. Nos fuimos sin él; y a la mañana siguiente, mi mamá estaba confundida y preocupada al ver que no estaba en su bolsillo.
Íbamos de camino a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, así que pensé en lo que había aprendido allí. Hemos aprendido a dejar entrar los buenos pensamientos y a mantener fuera los malos. Los buenos pensamientos son de Dios porque Dios es bueno. Yo sabía que la preocupación y la confusión no son buenas. He aprendido en la Escuela Dominical que cuando tenemos pensamientos de Dios, podemos llamarlos ángeles. Ellos calman nuestras preocupaciones. Y eso fue lo que sucedió. Mi mamá dejó de preocuparse y se quedó tranquila.