
Editoriales
La corriente que se dirige hacia el cielo está por siempre en curso porque es el flujo del Cristo, la Verdad divina, haciendo que el pensamiento materialista dé paso al reconocimiento de lo que es espiritualmente real.
Cuando el pensamiento está abierto a este hecho, podemos experimentar esta realidad, el amanecer de nuestra propia resurrección, cada día; elevándonos del entierro del pensamiento en el materialismo hacia la comprensión y la prueba de la Verdad infinita.
Somos capaces de ver que todo está bien con nosotros porque un Dios completamente bueno, la Mente divina, es la fuente de lo que realmente somos como semejanza de la Mente.
La humildad es estar dispuestos a volvernos a Dios fiel y diligentemente y ceder nuestros impulsos humanos al hecho de que Dios tiene el control.
Todos tenemos una función vital que desempeñar para dar testimonio del Amor que es Dios como el único y verdadero motivador de cada uno de nosotros. Comprender esto y orar desde este punto de vista por un vecindario, una comunidad o un mundo tendrá sin duda un efecto sanador.
La verdad de que nuestra relación depende totalmente de Dios reside en que Él es nuestro Padre-Madre, nuestro Padre divino, completamente bueno, omnisciente, omnipresente, todopoderoso y ciertamente confiable.
La fe en Dios como del todo bueno, el único poder y siempre presente nutre la comprensión científica de la ley divina. Esta ley concluye lógicamente que toda enfermedad y deformidad en nuestros cuerpos humanos y sociedades debe ceder inevitablemente ante el hecho espiritual de nuestra integridad y plenitud eternas como hijos de Dios.
Nuestra historia humana de faltas y rasgos desagradables puede parecer un obstáculo temporal para amarnos a nosotros mismos, pero no nos puede impedir que experimentemos amor.
Dios cumple Sus promesas: ha hecho nuevas todas las cosas para siempre. Al comienzo del nuevo año, hagamos una resolución que podamos cumplir. Veámonos a nosotros mismos como Dios nos hizo: nuevos, inocentes, rectos y libres.
Tenemos que tener hambre del bien. Tenemos que tener sed de la Verdad. Ciertamente, no podemos darnos el lujo de distraernos con debates sobre la forma del mensaje cuando la energía vibrante del mensaje está tan cerca.