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Original Web

Guía desde arriba

Del número de julio de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 8 de mayo de 2025 como original para la Web.


Si a veces sientes como que estás volando a ciegas en tus oraciones, inseguro sobre cuál es el enfoque más eficaz para resolver un problema, anímate. Si bien la oración sanadora no entraña fórmulas, estudiar la Biblia —especialmente el registro de curación y las instrucciones del más grande sanador, Cristo Jesús— a la luz de la Ciencia Cristiana, nos guía para comprender a Dios y experimentar Su perpetuo y tierno cuidado con salud y libertad.   

Piensa en el legado que dejó Jesús. Él dio a sus estudiantes instrucciones para orar tales como: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.  Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:7, 8).

Pedir, buscar y hallar señalan nuestra necesidad de tener un corazón genuinamente honesto que quiera saber más de Dios. La realidad de la omnipotencia y la eterna presencia de Dios es lo que hace que las instrucciones de Jesús sean más que palabras. Somos guiados hacia la verdad del ser, para descubrir algo de lo que Jesús sabía completamente acerca de Dios, del Amor y de nuestro bienestar por siempre seguro como expresión del Amor.

Cada instrucción que Jesús daba se basaba en la presencia eterna de Dios. Él dijo, por ejemplo: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6). También proporcionó el Padre Nuestro, al que Mary Baker Eddy llamó perspicazmente “esa oración que cubre todas las necesidades humanas” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 16).

Basta con pensar en el amor que Jesús tenía por sus seguidores —incluso por aquellos que nunca conocería— para dejar un camino tan claro hacia adelante. Piensa en la misericordia y la gracia que se nos da. El hecho es que estamos destinados, no a luchar, arreglárnoslas lo mejor que podamos solos, sino a tener éxito, porque se nos ha dado lo que necesitamos para reconocer a nuestro creador, el Espíritu divino, y su creación intachable, nuestro verdadero ser.

Ciencia y Salud también está lleno de instrucciones sobre cómo orar. Por ejemplo, un pasaje del capítulo “La oración” que amplía la enseñanza de Jesús sobre cómo orar comienza: “Para orar correctamente” (pág. 15). ¿Tratamos lo que sigue a continuación como trataríamos un precioso convenio, sabiendo que se nos está mostrando con generosidad exactamente lo que hay que hacer? ¿O qué decir de las abundantes instrucciones de la Sra. Eddy en el capítulo “La práctica de la Ciencia Cristiana”, las cuales nos guían, paso a paso, a través de lo que se necesita para sanar? ¿Damos esos pasos, sabiendo que fue una comprobada sanadora quien los expuso para nosotros, basada en lo que ella misma aprendió mientras se esforzaba por seguir a Cristo?  

Fue una revelación cuando comprendí que estos instructivos pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud no son simplemente para leerlos o pensarlos, sino para ponerlos en práctica. Yo había estado luchando con un problema físico crónico y leía estos mismos pasajes con mucha frecuencia. Entonces, un día, finalmente llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Ahora, a medida que me abría paso a través de algunas pautas en Ciencia y Salud, me sentí impulsada a ponerlas en práctica, y el dolor que anteriormente me había hecho caer de rodillas simplemente terminó, para no regresar jamás.

¿Debería haberme sorprendido? Las instrucciones que dio Jesús y su devota seguidora, la Sra. Eddy, fueron inspiradas por el hecho de que Dios, nuestro Padre-Madre, es la causa de todo el bien y que la obra del Amor ya está hecha. Al dilucidar la Ciencia que Jesús enseñó y practicó, la Sra. Eddy puso en palabras aún más de lo que el maestro cristiano había demostrado, para que nosotros también pudiéramos probarlo —como ella lo hizo— para nosotros mismos y para los demás. Como una práctica, esta guía nos dice qué debemos hacer para que se produzca la curación. 

Ciencia y Salud aconseja: “Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado te tiente, aférrate firmemente a Dios y Su idea” (pág. 495). Esa es una demanda mental específica, pero factible, que podemos seguir. Luego se nos dan otras demandas igualmente específicas a seguir. Y los resultados, tal y como los explica el libro, son seguros. La promesa es la armonía, la curación.

El Cristo es el espíritu que hace que nuestra adherencia a esta guía sea inspirada en lugar de ser una fórmula o una rutina. El Cristo es la verdadera idea de Dios y del hombre, el impulso divino y sanador que lleva nuestras oraciones de un ejercicio intelectual al percibido reconocimiento del Divino, nuestro Padre-Madre totalmente bondadoso. Esto es importante porque, en última instancia, no son las instrucciones las que sanan. Más bien, el hecho de seguir las instrucciones ilumina la Verdad espiritual en la consciencia, disolviendo el sentido oscuro, perturbador, injusto y material de las cosas que pueden parecer tan apasionantes, formidables u obstinadas. A la luz del Cristo, vemos la realidad divina y eterna de las cosas.

Sanar no es como hornear un pastel, porque no consiste en crear ni cambiar nada; es despertar a lo que es verdaderamente real. Pero cuando nos sentimos atrapados en la niebla del temor o en una nube de confusión, dolor o desaliento, es alentador saber que se nos ha dado un asidero, una salida. 

Contrariamente a los argumentos mentales de que no tenemos lo que necesitamos, que estamos indefensos, perdidos o sin guía, de hecho, tenemos, en estos dos libros extraordinarios, las Escrituras y su clave espiritual, Ciencia y Salud, lo que se necesita para avanzar. No solo con las necesidades que enfrentamos en nuestras propias vidas, sino también con los desafíos que estamos llamados, y equipados, para abordar en nuestras familias, vecindarios, iglesias y el mundo, como sanadores.

Ethel A. Baker, Redactora en Jefe

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