Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

150 años de juventud: Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras

Del número de octubre de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 15 de septiembre de 2025 como original para la Web.


Las palabras del apóstol Juan pintan una hermosa imagen del alcance de la vida de Jesús; y finaliza su relato evangélico de todo lo que la gente había visto diciendo: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (Juan 21:25).

Algo parecido se podría decir acerca del impacto que ha tenido Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, desde que se publicó por primera vez el 30 de octubre de 1875. La gratitud colectiva que sienten los lectores por sus experiencias de curación es incalculable. Si de cada ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana en circulación durante los últimos 150 años hubiera resultado una sola curación, eso equivaldría a más de 10 millones de curaciones. No obstante, el capítulo “Los frutos”, de cien páginas del libro, apunta a mucho más. Muestra que estudiar y reflexionar sobre las verdades de Ciencia y Salud llevan a una vida transformada por el Cristo, con la demostrada presencia y poder de Dios entretejidos en la trama misma de cada día.

Por todo eso, el libro está apenas en los comienzos de todo lo que puede hacer y hará por la humanidad. Es la llave de las Escrituras, por lo tanto, revela la comprensión espiritual y eterna de la Biblia que es fundamental para la salvación de la humanidad. También pone claramente de relieve la naturaleza mental de los problemas que enfrentamos y las soluciones que requieren. Dice: “La Verdad es un alterante para el organismo entero, y puede ‘[sanarlo] completamente’” (pág. 371). Comprender la verdad de que la naturaleza de Dios como Espíritu divino se expresa en cada uno de nosotros como una identidad totalmente espiritual, la imagen misma de Dios, ajusta la discordia a la armonía en nuestros cuerpos y nuestros caracteres, y a cualquier aspecto de nuestras vidas.

Dicha curación individual no tiene precio. Pero hay mucho más que Ciencia y Salud logra, y logrará en el futuro. Hay un mundo necesitado, y las ideas de Ciencia y Salud son lo suficientemente grandes como para abordar esas necesidades. Si vemos la necesidad de nuestro hermano o hermana, ¿los amamos lo suficiente como para considerar compartir Ciencia y Salud con ellos y alentarlos a leer y buscar curación en su mensaje liberador? ¿Y leemos Ciencia y Salud con la expectativa de que la inspiración que obtenemos de la Ciencia en el libro de texto de la Ciencia Cristiana llegará a vidas más allá de la nuestra?

Jesús tenía un pensamiento muy expansivo para su época y para la nuestra. Mientras que la mayoría de las personas se centraban en su entorno inmediato, él hablaba con regularidad en términos de la supremacía de Dios sobre el mundo. Su último consejo a sus discípulos —¡que no eran exactamente viajeros del mundo!— fue: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Y anduvieron por todas partes, compartiendo las buenas nuevas y demostrando su validez a través de la curación.

De igual manera, la autora de Ciencia y Salud tenía una visión muy amplia de su función. Vio que todo el mundo necesitaba la Ciencia que contienen sus páginas; sin embargo, también transmitió el alcance de la Ciencia en términos aún más amplios. Al hablar de la Ciencia Cristiana como “el alma de la filosofía divina”, dijo: “No es una búsqueda de sabiduría, es sabiduría: es la diestra de Dios que tiene asido al universo —todo tiempo, espacio, inmortalidad, pensamiento, extensión, causa y efecto; que constituye y gobierna toda identidad, individualidad, ley y poder” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 364).

Esto no es una desviación de las Escrituras; se basa en ellas. Continuó diciendo: “La Ciencia Cristiana se basa en las siguientes proposiciones de las Escrituras: que Él hizo todo lo que fue hecho, y que ello es bueno, refleja la Mente divina, es gobernado por ella; y que nada aparte de esta Mente, el Dios único, es creado por sí mismo ni evoluciona al universo”.

Al leer esta explicación cósmica de la Ciencia, podríamos sentirnos como los discípulos, preguntándonos cómo ir por “todo el mundo” cuando probablemente tenían poco más que un par de barcas de pesca entre ellos. ¿Cómo podemos mirar más allá de nuestro entorno para abrazar al universo, incluida toda la humanidad?

La clave es mirar hacia arriba; elevar nuestros pensamientos más allá de la creencia de que la vida es material para reconocer y aceptar la naturaleza espiritual de la realidad que Jesús demostró y Ciencia y Salud expone. Porque si todo es pensamiento, es el universo del pensamiento el que necesita ser abrazado, edificado, sostenido y sanado. Dado que parece que vivimos en un reino mental donde el pensamiento espiritual y el material se entremezclan, cada pensamiento espiritual que albergamos ayuda a inclinar la balanza de la consciencia humana en la dirección correcta propia del Cristo.

En otro de sus escritos, la Sra. Eddy dice que “el libro de texto de la Ciencia Cristiana está transformando el universo” (Escritos Misceláneos, pág. 372). Eso seguramente no significa que el libro mismo, que reposa sobre una mesa, vaya a transformar incluso una molécula. Sin nadie que abra Ciencia y Salud, lo lea, piense en sus ideas, ore y viva sobre la base de esas ideas, las fuerzas mentales que se manifiestan como el cuidado de la salud, la política, el clima, etc., no serán transformadas. El libro transforma el universo por medio de cada pensamiento espiritualizado, oración y hecho amoroso que inspira a aquellos dispuestos a que las ideas que contiene cambien su conciencia; a cambiar de “la materia es”, el punto de vista material, a “el Espíritu es Todo”, que es el verdadero punto de vista, el punto de vista de Dios.

La primera percepción del universo a transformar es la nuestra. Tal vez encontremos que nuestra propia necesidad de curación se disuelve en su nada nativa cuando dejamos que el Cristo, la verdadera idea de Dios, eleve y purifique nuestros pensamientos. Sin embargo, como una versión benigna de la proverbial mariposa que agita sus alas y causa una tormenta en todo el mundo, las bendiciones no se detienen con nosotros. No subestimemos las ondas mentales que se producen a medida que leemos, representamos y compartimos las verdades de Ciencia y Salud. Estas verdades abarcan todo, desde las minucias de nuestra vida diaria hasta la salvación final de la humanidad de toda enfermedad y pecado.

Dada esa gama de bendiciones cuando nuestros pensamientos son transformados, una forma maravillosa de entrar con audacia en los próximos 150 años de Ciencia y Salud podría ser hacer lo que su autora recomienda: “Lean este libro desde el comienzo hasta el fin. Estúdienlo, medítenlo” (pág. 559). Si seguimos literalmente esta guía muy específica de la autora —tal como ella siguió tan fielmente el camino salvador del mundo que Cristo Jesús ejemplificó— llevaremos una vida más llena de la presencia y el poder demostrados de Dios que atrae a otros hacia la luz del Cristo, estaremos cada vez más abiertos a compartir Ciencia y Salud y sanaremos de manera más consistente a través de la práctica de sus ideas.

Y, pensamiento por pensamiento elevado, Ciencia y Salud continuará transformando el universo.

Los Redactores

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 2025

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.