Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, contribuyó grandemente a aclarar el concepto humano respecto al hombre y su relación con su Hacedor, al revelar que el hombre es el reflejo de Dios. Las demostraciones de armonía y salud que invariablemente resultan al comprenderse esta revelación, prueban la falsedad de la creencia humana de que el hombre es una entidad corpórea, que depende de la carne para su vida y que posee una mente propia, por cuyo medio el bien y el mal fluyen y refluyen de acuerdo con el estado de ánimo del individuo.
La palabra "reflejo" se puede decir que tiene dos connotaciones distintas. La primera denota algo que es tributario, algo que tiene fuente, origen o Principio. Es decir, algo que no existe de por sí, que es efecto, jamás causa. La segunda, presenta la idea de una semejanza exacta de su original.
Muchos aspectos espiritualmente iluminadores de la palabra reflejo pueden ser obtenidos por medio del cuidadoso estudio de este vocablo a través de los escritos de Mrs. Eddy. Uno de estos aspectos demuestra que el hombre es la emanación, el producto o la irradiación de la Mente divina, similar en cierto modo a los rayos de energía que emanan de la luz solar. Otro aspecto expone la semejanza exacta del hombre con su Hacedor, comparada por Mrs. Eddy con la de un objeto reflejado en el espejo, en un lago o en la cámara fotográfica.
En su obra "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" (págs. 515, 516), Mrs. Eddy utiliza este último tipo de ilustración, como sigue: "Vuestro reflejo en el espejo es vuestra propia imagen o semejanza. Si levantáis un peso, vuestro reflejo también lo hace. Si habláis, los labios de esta semejanza se mueven de acuerdo con los vuestros. Ahora comparad al hombre ante el espejo con su Principio divino, Dios. Llamad el espejo la Ciencia divina, y llamad al hombre el reflejo. Entonces observad lo fiel que es, según la Christian Science, el reflejo a su original. Tal como vuestro reflejo aparece en el espejo, así vosotros, siendo espirituales, sois el reflejo de Dios."
Esta ilustración, como otras similares, expone la manera exacta en que el hombre refleja a su creador. Demuestra que el hombre es enteramente espiritual, expresando las divinas cualidades y características de Dios y no poseyendo nada que sea desemejante a El. Esta era la verdad espiritual que Cristo Jesús proclamaba a sus discípulos cuando les dijo (Juan, 14:9): "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre."
Aun cuando este tipo de ilustración sirve para corregir el erróneo concepto común de que un mortal es el hombre verdadero, el hombre que Dios creó, no podemos esperar que nos proporcione una comprensión absoluta del hombre como reflejo, puesto que está aquí y su reflejo allá quizá pudiera implicar cierta separación que no existe entre Dios y el hombre.
Por otra parte, Mrs. Eddy emplea la palabra "reflejo" para ilustrar que el hombre es la emanación de Dios y para explicar la unidad de la Mente divina y su reflejo o expresión, en su inseparable relación. Era este el precioso parentesco a que se refería Cristo Jesús cuando dijo (Juan, 10:30): "Yo y el Padre somos uno"—uno, esto es, como Mente e idea, mas distintos en sus funciones de causa y efecto. Esta unidad queda expuesta en declaraciones tales como las siguientes: "Porque el Padre mayor es que yo" (Juan, 14:28) y "Mi Padre ... mayor es que todos" (Juan, 10:29). Mrs. Eddy lo explica de la manera siguiente (Ciencia y Salud, pág. 250): "El hombre no es Dios, mas como un rayo de luz que procede del sol, el hombre, la emanación de Dios, refleja a Dios."
El hombre espiritual, por ser la emanación o el reflejo de la Mente, está formado de los elementos, divinamente mentales, que constituyen la Deidad. La función del hombre, como reflejo o emanación espiritual, es poner en eterna evidencia el desenvolvimiento de las energías y los atributos de la Mente, expresar la gloriosa naturaleza de su Principio divino, e incorporar las irresistibles fuerzas del bien. Así como la energía o fuerza del sol se manifiesta a través de los rayos individuales, los atributos de Dios, tales como la existencia, la bondad, la inteligencia, el gozo y el poder, se expresan únicamente a través del reflejo individual del Alma. En Ciencia y Salud (pág. 300), Mrs. Eddy dice: "El universo refleja y expresa la substancia divina o Mente; por lo tanto, Dios es visto sólo en el universo espiritual y en el hombre espiritual, así como el sol se vé en el rayo de luz que emana de él."
La unidad científica que existe entre Dios y el hombre, como Mente divina y su reflejo, asegura la continuidad ininterrumpida de la relación del creador con su creación. Es tan imposible separar al hombre de su Hacedor como separar el sol de sus rayos. Es este parentesco divino lo que le da al hombre su identidad. Sin ella, no tendría entidad alguna, carecería de Principio y de razón de ser. A medida que reflejemos la naturaleza divina adoraremos en verdad a Dios y expresaremos el estado inmortal de Dios y el hombre.
Comprendiendo que el hombre, como emanación del Espíritu, posee una fuente inagotable, ya no limitaremos nuestras esperanzas de la manifestación continua del bien. El Maestro dijo (Juan, 5:19): "No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque cuanto éste hace, esto hace el Hijo también de igual manera." La Christian Science demuestra el hecho universal de que todo hombre es en realidad el hijo de Dios, protegido, resguardado y amado del Padre, para siempre abrazado dentro de la Mente divina como idea y desarrollándose eternamente como el reflejo y la imagen de Dios.