Hace muchos años, cuando yo era muy joven, me impresionó grandemente la protección contra la enfermedad y el pecado que ofrece la Christian Science. Recuerdo el siguiente ejemplo: Había guardado cama durante dos o tres días, cuando una amiga que era adepta de la Christian Science pasó por mi casa para convidarme a una pequeña función que se celebraba esa misma noche. Al decirle mi madre que yo no podría ir, esta amiga me empezó a hablar de mi verdadero ser y pronto me convenció que yo podía salir; así lo hice, y pasé unas horas muy agradables.
Este incidente me causó tanta impresión que expresé el deseo de ingresar en la escuela dominical de la Christian Science. Ya había asistido a otra escuela dominical y me había gustado, pero después de visitar la de la Christian Science perdí todo deseo de volver a la antigua. Al poco tiempo adquirí un ejemplar de Ciencia y Salud, por Mrs. Eddy, y me puse a leerlo en el colegio, entre horas. Al principio no comprendí mucho, pero de vez en cuando recibía alguna ayuda. Estaba convencido de que esta era la religión que quisiera seguir.
Poco tiempo después, estando de visita con unos amigos, al correr por el campo me caí en un viejo pozo hundido, hiriéndome muy mal en la palma de la mano izquierda. Me cubrí la mano e hice grandes esfuerzos por aferrarme a la verdad. Sin embargo, durante la noche me sangró tanto que a la mañana siguiente el amo de casa, al ver que las sábanas estaban todas manchadas, insistió en examinarme la mano. Al enseñársela, me desmayé. Como ella no conocía la Christian Science mandó buscar un médico. Pedí permiso para hablar por teléfono con mi maestro de la escuela dominical, pero él vivía a larga distancia y no lograron conseguir en seguida la comunicación.
Mientras tanto el médico había llegado y dijo que me había lastimado el nervio principal. Al poco rato la telefonista llamó y dijo que otra telefonista que había oído por casualidad la conversación, se había comunicado con el practicista, y que éste ya me estaba ayudando. Desde luego, la noticia me tranquilizó al momento. Mantuve puestas las vendas, pero ya no sentía malestar alguno y muy pronto pude seguir trabajando y jugando como de costumbre.
He tenido muchas otras convincentes pruebas del poder protector de la Christian Science, habiendo pasado un año en Francia durante la primera guerra mundial con una división de tropas de choque. En cierta ocasión recibí órdenes de reemplazar a un soldado con una unidad de ametralladoras, y todos mis compañeros temían que iba a correr gran peligro. Más tarde supe que al contrario, había sido alejado de una posición de peligro.
Mi señora también es Científica Cristiana, y hemos criado a tres niños con la ayuda de esta Ciencia. Muchos son los problemas que hemos solucionado y los dos estamos muy agradecidos por el poder protector de la Verdad.
Hace unos tres años no me fué posible caminar por varios días debido a un dolor muy fuerte en la parte interior de la espalda, pero con la ayuda de un practicista no tardé en sanarme.
Estoy muy agradecido de haber podido tomar un curso de instrucción en clase autorizada del mismo capellán de la división del ejército a que yo pertenecía. Durante la segunda guerra mundial estuve trabajando con jóvenes de ambos sexos que se encontraban en el servicio de su país, y pude notar de cuánta ayuda les sirvió la Christian Science. Podría dar muchas otras razones por la gratitud que siento, pero creo que todos podemos expresar nuestra gratitud hacia el movimiento de la Christian Science y nuestra querida Guía, viviendo una vida cada vez más útil y gozosa.
Falmouth Foreside, Maine, E. U. A.