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La iglesia y el hogar

Del número de octubre de 1948 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En un hogar próspero, ordenado, feliz y armonioso, cada miembro de la familia tiene que poner de su parte. De esta manera todos compartirán la felicidad y el bienestar del círculo del hogar. Pero si uno de ellos descuidara de cumplir su deber, todos podrían sufrir molestias. Así también sucede en las actividades de una iglesia filial. Todos los miembros son necesarios, y cada uno necesita del apoyo de los demás.

Para cada miembro de una iglesia, ésta debiera serle tan amada como su propio hogar. Como Científicos Cristianos, nosotros reconocemos a un solo Padre-Madre universal, un Padre común, el Amor divino. Cuando asistimos a los cultos, las conferencias, las reuniones del consejo directivo u otros comités de nuestras iglesias, o cuando tomamos parte en sus distintas actividades, es siempre útil reconocer que somos en realidad una sola familia, cooperando jubilosamente en el cumplimiento de la voluntad de Dios, trabajando por el bien común con un solo propósito, el de reflejar la bondad de Dios.

Si amamos a nuestra iglesia como a nuestro propio hogar, se nos presentarán muchas oportunidades para servirla. Todos los miembros de la iglesia deberían reconocer que el hombre refleja el poder, la habilidad y el amor del perfecto Padre-Madre Dios. Cuando nos contemplemos—a nosotros mismos y a los demás—como ideas de un solo amantísimo Padre, y en consecuencia como hermanos y hermanas en Cristo, cada uno bendecirá al otro en el desarrollo y la actividad del bien.

Considerar la iglesia como un hogar, es aportarle el calor del amor, lo que a su vez irradia el amor a toda la comunidad. Tal amor espiritual atrae a los agobiados, los enfermos y los pecadores hacia el refugio del Cristo, la Verdad, donde reina la armonía, resultando la curación.

Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 58): "El hogar es el lugar más amado de la tierra, y debería ser el centro, aunque no el límite, de los afectos." Los miembros de una iglesia deben comprender que toda actividad de la iglesia en la cual estén tomando parte, ha sido instituída con el propósito de interesar e invitar a la comunidad entera a gozar de la atmósfera espiritual de tal iglesia. El hogar, o sea el centro de los afectos, debe ser descubierto por los mismos miembros de la iglesia, pero el límite o alcance de los afectos debe ciertamente extenderse al universo entero de las ideas de Dios.

Consideremos una de las actividades de nuestra iglesia—los cultos. Estos no son solamente para beneficio de los presentes. Cuando nos reunimos los domingos para asistir a los cultos, habiendo durante la semana estudiado y aplicado sinceramente las verdades contenidas en las Lecciones Bíblicas, nos hallamos preparados para adquirir un entendimiento aun más profundo de la Ciencia del ser. El culto dirigido por los dos Lectores, con el apoyo de la congregación, es una potenta actividad para el bien del mundo entero. Las grandes verdades que se leen de la Biblia y de Ciencia y Salud no son meramente para los que se hallan reunidos en la iglesia. El alcance espiritual de estas verdades no conoce límites, bendiciendo a toda la humanidad y alimentando con sus bendiciones el pensamiento por doquier.

En la página 189 de The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, nuestra Guía escribe: "Las oraciones silenciosas de nuestras iglesias, resonando por los obscuros corredores del tiempo, seguirán esparciéndose en ondas de sonido, un diapasón de latidos del corazón, vibrando de un púlpito a otro y de un corazón a otro, hasta que la verdad y el amor, fundiéndose en una plegaria sincera, rodee y cemente a toda la humanidad."

Las relaciones del individuo para con la iglesia quedan claramente expuestas en la Primera Epístola a Timoteo (3:4, 5), donde Pablo describe las cualidades que debiera reunir un obispo de la primitiva iglesia cristiana. Indica que éste debiera ser: "Uno que gobierne bien su propia casa, teniendo sus hijos en sujeción, con toda decencia." Y luego continúa diciendo: "Pues si alguno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?" Hagamos entonces un examen de conciencia y veamos si nuestro reino mental está de acuerdo con las enseñanzas de la Christian Science. Si estamos reconociendo y aceptando la supremacía del Principio divino, seremos dignos miembros de la iglesia.

Hace algunos años un Científico Cristiano fué nombrado presidente de un importante comité de su iglesia. En seguida escribió a una persona de mucha experiencia en la Christian Science, pidiéndole consejos. La respuesta que recibió fué más o menos como sigue: "Cuando usted asista a una reunión de su comité, no olvide elevar sus pensamientos hasta percibir la completa unidad del hombre con Dios. Entonces si hubiere diferencias de opinión o altercados, usted podrá con su ejemplo de equilibrio espiritual incitar a los demás a elevar los pensamientos a la altura de los suyos." Esta es una interesante ilustración de la declaración de Jesús (Juan, 12:32): "Y yo, si fuere levantado en alto de sobre la tierra, a todos los atraeré a mí mismo." He aquí un excelente consejo para todos aquellos que estén tomando parte en las actividades de una iglesia.

Si existen diferencias de opinión entre los miembros de la iglesia, no hay por qué afligirse. Tal situación constituye un desafío hacia una más elevada demostración de la Verdad de parte de todos. Los miembros de nuestras iglesias se han apartado de varias organizaciones religiosas. El modo de pensar, la educación y el medio ambiente de cada uno de ellos ha sido distinto. Todos han reconocido en cierto grado la totalidad de Dios y la nada de la materia. Todos han progresado en el camino que conduce de la materia al Alma. La manifestación humana de la iglesia se irá mejorando sólo a medida que el concepto verdadero de la Iglesia espiritual sea alcanzado y demostrado por cada miembro.

Cuidemos de no permitir que la voluntad humana nos impulse al error de la dominación personal, a la inclinación de forzar, en lugar de demostrar científicamente, los pasos a tomarse en el desarrollo de las actividades de nuestra iglesia. Tengamos dominio sobre nuestros propios pensamientos, en vez de tratar de dominar los pensamientos de los demás. Así como los hijos de una familia necesitan del ejemplo y de los afectuosos consejos de sus mayores, también los "niños en Cristo" necesitan del ejemplo y de la sabiduría de los miembros más adelantados de la iglesia, para ayudarles a moderar su fervor y encaminarles hacia el recto y estrecho camino de la demostración espiritual.

Nuestra amada Guía nos ha dado una base segura para la unidad entre los miembros de nuestras iglesias en la siguiente declaración (Ciencia y Salud, pág. 518): "Los ricos en espíritu ayudan a los pobres en una gran hermandad, teniendo todos el mismo Principio, o Padre; y bendito es el hombre que ve la necesidad de su hermano y la satisface, buscando el bien propio en el ajeno."

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