Se ha dicho que la habilidad de pensar y razonar es lo que pone al ser humano por sobre la bestia. La capacidad de pensar incluye la de juzgar, la de hacer elección de aquello que aceptaremos como verdadero.
Cristo Jesús dijo (Juan 8:15, 16): “Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie: y aunque juzgue, mi juicio es verdadero; porque no estoy solo, sino yo y el Padre que me envió.” Así es como Jesús compara el razonamiento humano no esclarecido que juzga según el testimonio de los sentidos físicos, con la manera de pensar semejante al Cristo, que reconoce la unidad del hombre con el Padre como Su reflejo y distingue entre la verdad y el error sobre la base de esta unidad.
Nosotros también debemos reclamar nuestra habilidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso. Hoy, más que nunca, es imperativo que hagamos uso de esta habilidad para no ser engañados por la ilusión de la limitación y la esclavitud y para ser merecedores de recibir la gran bendición de la libertad.
“Ha llegado la hora para los pensadores,” escribe Mrs. Eddy, en el Prefacio de Ciencia y Salud (pág. vii). Luego en los capítulos que siguen al Prefacio, ella presenta al mundo la Christian Science, la Ciencia para los pensadores preclaros de hoy.
El estudio y la práctica de la Christian Science nos capacitan para reconocer y demostrar la perfección normal del hombre como la semejanza de Dios. Una mañana mientras una joven estudiaba la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Christian Science, un miembro de su familia le preguntó si se había percatado que su cuerpo mostraba señales de sarampión. Su pensamiento se hallaba tan inspirado a causa del estudio de la lección que no aceptó ni por un momento esta condición como un hecho real. Se refutó, en vez, de examinar la materia o de averiguar acerca de su estado, y continuó estudiando tres horas más.
Su estudio le aportó un claro concepto de que esta enfermedad no formaba parte de su ser verdadero y que era una impostura sin razón de ser que no tenía un lugar en su pensamiento y en consecuencia tampoco en su cuerpo. Al final de las tres horas se halló completamente sanada. Había escogido aceptar solamente la verdad concerniente al ser armonioso del hombre. Esto constituía una manera de pensar verdadera, de emitir un juicio correcto, y el efecto se manifestó en la eliminación del testimonio discordante de los sentidos humanos.
Nosotros podemos usar en toda ocasión la Ciencia del Cristianismo para separar la paja del trigo, lo falso de lo verdadero. Podemos refutarnos de aceptar los relatos de desobediencia y vandalismo, contemplándolos sólo como sugestiones malas, y reconociendo solamente el hecho de la semejanza del hombre con Dios, el Principio, y su reflejo de orden, la ley y la paz. También podemos refutarnos de aceptar el concepto del hombre y el universo como sujeto a las condiciones materiales, y reconocer sólo el concepto espiritual de la creación no contaminada por la materia, siempre completa y buena.
Sabiendo que reflejamos a Dios, la Mente divina, podemos demostrar la capacidad de pensar y juzgar correctamente. Mediante la Christian Science, que demanda pensadores, percibimos que es nuestro deber seguir la manera de pensar y actuar de Jesús, expresando a Dios en nuestra vida diaria. El Apóstol Pablo dijo (Efesios 4:1): “Yo pues os ruego,... que andéis como es digno de la vocación con que habéis sido llamados.”
El pensamiento que no produce la acción verdadera no tiene valor. Nosotros debemos, pues, despertar de la mera incertidumbre casual y ociosa poniendo el pensamiento en acción al aceptar únicamente el bien, ayudándonos así tanto a nosotros mismos como a nuestro prójimo también.
Mrs. Eddy nos aconseja en la página 165 de su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica, de Cristo, y Miscelánea): “Así cada miembro de esta iglesia puede elevarse por encima de la pregunta tantas veces repetida: ¿Qué soy? y responder científicamente: Yo soy capaz de impartir verdad, salud y felicidad, y ésta es mi roca de salvación y la razón de mi existencia.”
El pensamiento que refleja la inteligencia de la Mente divina nos capacita para percibir la realidad o irrealidad de todo aquello que nos confronta en el curso de nuestra vida diaria. Un pensamiento tal servirá como instrumento el cual nos permitirá vivir de acuerdo a los hechos espirituales.
¿Cómo estamos pensando? ¿Qué estamos pensando? Es menester que hagamos una selección; mas la selección no es difícil puesto que tenemos las palabras de Pablo como guía (Filipenses 4:8): “En fin, hermanos, cuantas cosas sean conforme a la verdad, cuantas sean honrosas, cuantas sean justas, cuantas sean puras, cuantas sean amables, cuantas sean de buen nombre; y si hay otra virtud alguna, y si hay otra cosa alguna digna de alabanza, pensad en las tales cosas.”
