Han pasado más o menos seis años desde que volví de Corea adonde serví en el frente durante trece meses. No puedo dejar pasar más tiempo sin expresar por escrito mi más humilde y sincera gratitud por la contínua guía y protección que experimenté mediante mi estudio de las verdades de la Christian Science.
Tuve la bendición de haberme criado en un hogar donde se practicaba la Christian Science y asistí a la Escuela Dominical hasta los veinte años. La base que allí se me proporcionó se convirtió en un fuerte tan poderoso que durante todo el tiempo que permanecí en el frente de Corea me permitió contemplar al hombre de Dios lo bastante claramente para protegerme tanto a mí mismo como también a aquellos que se hallaban bajo mi mando.
Sería imposible relatar en este testimonio todas mis hermosas experiencias de protección, pero desearía compartir de cuantas me lo permita el espacio. A mi llegada a Corea me pusieron en un puesto de considerable responsabilidad, tanto en lo que respectaba a los hombres bajo mi mando como también nuestra entera división. Durante los primeros meses, tuvimos poca acción en el frente. Esto me dió tiempo para aprender bien mi trabajo y además espiritualizar más mi modo de pensar.
Cuando al fin entramos en acción, la misma protección que experimentamos en los meses de inacción estaba presente. Un día nuestra división se halló bajo fuego nutrido de la artillería enemiga. Cuando primero comenzaron a caer las balas en nuestra área, mi tarea fué el determinar mediante un compás la dirección de la cual provenían las balas de modo que nuestros observadores en el aire pudiesen ubicar y reconocer el área del territorio enemigo; así el fuego de nuestra artillería podía ser dirigido a aquellas posiciones desde las cuales se nos hacía fuego. Esta declaración del libro de texto, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, se me presentó muy claramente (pág. 571): “Revestido con la panoplia del Amor, el odio humano no podrá alcanzarte.” A pesar de que los proyectiles seguían cayendo en nuestra área, pude obtener la información necesaria con entera seguridad y sin temor.
Durante esa tarde y la noche más de doscientas series de fuego de artillería enemiga cayeron en la pequeña área donde nos hallábamos más o menos doscientos hombres. A pesar de que la mayor parte de nuestras carpas y equipo fué demolida, ni un solo soldado fué tocado. Yo me di cuenta que no es posible hacer el trabajo diario de protección sólo para uno mismo. Al contemplarnos a nosotros mismos como el reflejo de Dios, debemos contemplar a todos los hombres como Su reflejo perfecto también. A través de esta realización mis soldados fueron protegidos en el mismo grado de seguridad que lo fuí yo. En dos ocasiones un proyectil de la artillería enemiga explotó dentro de una trinchera en la cual estaban trabajando los hombres, sin que ninguno de ellos fuera herido.
En una ocasión mi oficial superior me ordenó que preparara a dos de mis soldados para que fueran a una loma que se hallaba bajo el ataque enemigo. Era la segunda noche del ataque de modo que parecía suicidio seguro el aproximarse a la loma. Llamé a los hombres y les puse al tanto de la situación. Luego escogí dos de ellos y les dije que en la completa confianza en Dios residía la seguridad. Los dos pasaron dos noches y un día de nutrido fuego en la loma y ambos volvieron después de haber cumplido muy bien con la tarea que se les había asignado. Uno de ellos evidenciaba algo de lo que se denomina fatiga de combate, pero tan luego hube pasado con él unos minutos se durmió apaciblemente, después de lo cual no sufrió más disturbios.
Estoy muy agradecido por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, por haber tenido el privilegio de trabajar en la Christian Science Benevolent Association de Chestnut Hill, en el estado de Massachusetts, y por haber podido asistir a la Escuela Dominical de La Iglesia Madre en mi último verano de asistencia a ella.
David, quien se vió envuelto en muchas guerras y sufrió ataques contra su propia vida, pudo cantar a Dios así (Salmo 23:2): “Junto a aguas de reposo me conduce.” Esto nos debería rendir conscientes de que no importa cuál aparenta ser la situación, existen “aguas de reposo” en todas partes — pruebas de Dios y de Su Amor infinito.— Denver, Colorado, E.U.A.
