Hace más de treinta años me vi afligido de una seria inflamación a los párpados que no cedía ni ante el cuidado de algunos de los mejores especialistas de este país. Mientras me hallaba como paciente en un hospital militar hice amistad con un joven oficial del ejército, quien estaba bajo tratamiento a causa de una infección a los huesos de la cara y por una afección de sinusitis. Durante casi diez años inminentes especialistas lo habían estado tratando, habiéndolo sometido a muchas operaciones. No obstante, seguía empeorando y hasta se desesperaba salvarle la vida. A este punto comenzó a interesarse por la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. y al cabo de tres días de tratamiento sanó completamente.
Más o menos seis meses después de su curación, mi amigo vino a visitarme y me preguntó cómo seguía, a lo cual tuve que decir que nada bien. Me relató su propia experiencia con la Christian Science y me recomendó que la probara. Aunque me sentía muy escéptico, decidí visitar a una practicista a la noche siguiente y hablamos acerca de mi problema más de una hora. Cada pregunta o argumento que le presenté fué respondido por ella a mi entera satisfacción. Le pedí que me diera tratamiento según la Christian Science, y a la mañana siguiente desperté completamente sanado. Luego le pedí tratamiento para la vista, para lo cual había usado lentes durante nueve años. Hace de esto muchos años y desde esa época no he tenido que usarlos más. Ambas curaciones han sido permanentes.
Mi gratitud a la Christian Science por estas y muchas otras curaciones es por cierto bien fundada. He probado en mi vida a través de los años que las enseñanzas de la Christian Science proveen de una comprensión de la Vida y una paz de espíritu tan buscada por la humanidad pero muy a menudo en vano. He hallado que la Mente única está siempre disponible para gobernarnos y dirigirnos en la proporción en que la buscamos y la aceptamos. El poder de Dios no conoce la limitación y este poder del bien está siempre a la mano.
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