Según todas las normas de la excelencia humana, el joven que tenía grandes posesiones y que preguntó a Cristo Jesús cómo podría obtener vida eterna, poseía cualidades de discípulo que le habrían capacitado para alcanzar la elevada comprensión de la Vida, que es Dios. Y sin embargo la ansiosa pregunta que se le hizo a Jesús revelaba que el joven se daba cuenta que le faltaba algo muy esencial, pues respondiendo a las fases de ley moral que encerraban los Diez Mandamientos y que enumeró el Maestro, dijo (Mateo 19:20): “Todo esto he guardado: ¿qué más me falta?”
La respuesta del gran Mostrador del camino, tan enigmática para los mundanos a través de todas las eras, descubrió el error latente en el pensamiento del interrogante. Leemos: “Dícele Jesús: Si quieres ser perfecto, véte, vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.”
Jesús no prohibió a sus seguidores a que fueran propietarios; no les requería que renunciaran a todos los bienes materiales. Pero en este caso su claro discernimiento espiritual debe de haber descubierto en este joven, tan merecedor en otro sentido, que el amor por las cosas materiales y la dependencia de ellas iban adquiriendo gradualmente ascendencia en su pensamiento, y si esto no se corregía, podría eventualmente desplazar al bien y la espiritualidad. Que la estimación del Maestro era correcta lo demuestra la reacción que tuvo el joven, pues la Biblia relata: “Cuando el mancebo oyó esta palabra, se fué triste; porque tenía grandes posesiones.”
La Christian Science, que fué descubierta y fundada por Mrs. Eddy, enseña que las demandas de Dios no son jamás injustas, nunca despiadadas o arbitrarias, y que el cumplirlas trae su recompensa aportando una vida más feliz, más sana y más armoniosa.
Al hablar de la gran necesidad de evangelización, o cristianización del ser humano, Mrs. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 254): “Dios exige que aceptemos esta tarea amorosamente hoy mismo, y que abandonemos tan pronto como sea posible lo material, y que laboremos por obtener lo espiritual, que determina lo externo y verdadero.”
¿No era esta acaso la demanda que Jesús estaba haciendo a su interrogador, el joven rico? El deseo de crecimiento para alcanzar objetivos espirituales debe tomar precedencia por sobre aquello material en que nos apoyamos. La Christian Science, que extrae su autoridad de la Biblia, especialmente de las enseñanzas de Cristo Jesús, hace énfasis sobre el hecho que sólo el crecimiento espiritual determina el progreso humano, y que el cumplimiento de las demandas divinas establecerá el bien como la condición normal de la humanidad.
Si tenemos un problema que no ha sido resuelto, si alguna situación difícil ha desafiado nuestros esfuerzos sinceros por resolverla, si nuestras ansias por un concepto mejor del hogar, la salud o las relaciones personales hubiesen quedado sin hallar respuesta, tornémonos al Padre afectuoso de todos en oración profunda y desinteresada y preguntémonos usando las palabras de aquel joven de antaño: ¿“Qué más me falta?” ¿Qué es lo que está en desacuerdo con lo más elevado y lo mejor de que es capaz el pensamiento humano? ¿Ha quizás la falta de amor reducido mi percepción espiritual de manera que mi punto de vista se ha hecho personal y egoísta? ¿ Retarda acaso mi progreso hacia el cielo mi excesiva dependencia de personas y cosas? ¿Se halla mi deseo de crecimiento espiritual protegido por esfuerzos diarios? ¿Estoy abandonando todo aquello que es indigno de modo que sea posible “obtener lo espiritual, que determina lo externo y verdadero”?
Una actividad mental así, sana y honesta, abrirá infaliblemente la puerta a aquello que es justo y deseable. Nos capacitará para seguir más de cerca los pasos del Maestro y para hallar esos tesoros del Espíritu que él prometió a sus seguidores. En la misma proporción en que abandonemos el concepto material por el espiritual, discerniremos la perfección del hombre como la imagen y semejanza de Dios y demostraremos la salud y la santidad que son la herencia del hombre otorgada por Dios. Al llegar a este punto de vista del Cristo, podremos probar que es imposible que al hombre verdadero le falte el bien o alguna cualidad divina del ser, tal como la paz, la pureza, la sabiduría y demás.
Moisés dijo lo siguiente a los hijos de Israel (Deuteronomio 2: 7): “Jehová tu Dios te ha bendecido, oh Israel, en toda obra de tus manos: pues él se ha hecho cargo de tu viaje por este gran desierto; estos cuarenta años Jehová tu Dios ha estado contigo, y ninguna cosa te ha hecho falta.”
