En el año 1925 mi hermana que residía en California vino a visitarme y al ver el penoso estado en que me hallaba, me informó acerca de la Ciencia Cristiana [Christian Science]. Diez años antes había tratado de decirme esto mismo, pero yo no había querido escucharla. Empero, esta vez, cuando todo lo demás me había fallado, escuché lo que me dijo y fuí con ella el próximo miércoles a la reunión vespertina de testimonios. De allí en adelante me sentí segura de que esta Ciencia era lo que deseaba.
Anteriormente me había sometido a intervenciones quirúrgicas, una vez a causa de cálculos y dos veces por desórdenes femeninos, y aún me hallaba enferma cuando quedé viuda con tres niños, una niña de diez años y dos niños de catorce y dieciséis. Me sentía tan enferma que poco me importaba lo que sucediera, pero a medida que leía la literatura de la Ciencia Cristiana me convencí que podía mejorarme del todo.
Comencé el estudio diario de las Lecciones-Sermones del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y fue tanta le elevación espiritual que experimenté mediante este estudio que me olvidé de mi condición física. Algún tiempo después, tuve deseos de tomar una póliza de seguro pero, a causa de la cirugía a que me había sometido, fue menester que me sometiera a un minucioso examen por un médico de la compañía. Este me halló gozando de salud normal.
Luego pensé que debía trabajar. Como no poseía entrenamiento en una profesión, tomé el primer empleo que me ofrecieron de costura en una tienda. Luego fui a coser en una institución para niños. El sueldo era pequeño pero me sentía muy agradecida que podía hacer algo. Más tarde me especialicé en la venta de cosméticos y trabajé durante treinta años en el mismo establecimiento.
Más o menos al año de comenzar este maravilloso estudio, me hice miembro de una iglesia filial y más adelante de La Iglesia Madre. También tomé instrucción primaria en Ciencia Cristiana [Christian Science]. Durante todos estos años, el estudio y la aplicación de la Ciencia Cristiana [Christian Science ] han suplido todas mis necesidades.
Hace un tiempo cuando estaba experimentando dolores a la espalda, llamé a un practicista pidiéndole que me ayudara mediante la oración. Después de dos tratamientos me sentí libre. Recientemente experimenté la curación de la fractura de un hueso del pie. Esta experiencia exigió más tiempo y paciencia para solucionarse, no obstante, el practicista me alentaba, hablándome del gran amor que Dios abriga por Sus hijos. Finalmente cuando me dispuse a expresar gratitud por todas las curaciones que mis niños y yo habíamos experimentado, el pie sanó completamente. Mi gratitud a Dios no conoce límites. — New Orleans, Louisiana, E. U. A.
