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La independencia

Del número de abril de 1964 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La historia nos ofrece muchos ejemplos de personas que desearon la independencia. Algunos inspirados por el valor fueron capaces de alcanzarla. Otros abandonaron la empresa cuando percibieron la lucha que tendrían que entablar por adquirirla. Algunos desertaron y se pasaron a las filas enemigas dado que en realidad jamás aspiraron a la independencia.

La Ciencia Cristiana [Christian Science
Pronunciado Crischan Sáiens.] brinda la independencia a todos. Ofrece la liberación de la ley falsa del único y gran tirano, a saber: la mente mortal. Aporta el triunfo mediante la Verdad. Aquel que busca la independencia mediante la demostración de que el hombre verdaderamente depende solamente de Dios, debe saber lo que cuesta adquirirla y debe preguntarse a sí mismo honradamente si en realidad la desea, o si sólo quiere contemplarla a través del cristal del sentido personal y al mismo tiempo conservar la sensación de bienestar en la materia.

La independencia requiere coraje moral. Muchos hombres consideran que la independencia es algo muy deseable. Algunos la anhelan sinceramente pero no la obtienen. Otros viven satisfechos sin ella, y pocos son los que ya la han alcanzado.

Aquellos que desean ansiosamente la independencia y aun no la han obtenido, a menudo sienten profundamente la presión que ejercen las opiniones de los que les rodean. El comportamiento social, como asimismo el personal, está en conformidad con lo que consideran necesario para mantener el respeto de aquellos que evaluarán y determinarán su posición. Aquellos que se sienten satisfechos sin la independencia aceptan meramente un cierto aspecto de ajuste a la situación en que se encuentran. Los pocos que han alcanzado la independencia son aquellos que no sólo conocen las normas morales y espirituales por las cuales se rigen, pero que también poseen el coraje moral de apoyar lo recto sin importarles lo que piensen los demás.

Los que comprenden la naturaleza espiritual del hombre como imagen y semejanza de Dios y el poder infinito de Dios como la Mente única, lo demuestran. Son capaces de solucionar sus problemas y de respetar a todos sin hacer compromisos de conciencia.

La independencia requiere humildad. Nadie puede hallar la independencia verdadera si no se percata que en realidad no es superior a otro. Dios es la única Mente del hombre, y somos capaces de demostrar grandeza como la imagen de Dios en el grado en que reconocemos a cada individuo como la idea perfecta de la Mente que en realidad es. A medida que aprendemos esto, adquirimos la independencia que posee aquel que ve las cualidades de Dios expresadas dondequiera que haya gente.

Aquel que se siente superior a los demás depende siempre de algún otro en lo que concierne a su sentido de seguridad, su concepto del amor, de la paz y del gozo. Empero, aquel que en verdad es humilde depende de Dios, y Dios jamás deja de proveernos del bien que necesitamos. Mediante la Ciencia Cristiana [Christian Science] todos pueden percibir las cualidades de Dios que jamás podrán ser desfiguradas por las malas cualidades. Afirmando la nulidad del mal y la totalidad de Dios, el bien, todos pueden hallar las pruebas de la presencia del Amor en todas partes.

La independencia requiere devoción. En el Espíritu podemos hallar la independencia que nos libra de los errores de la creencia mortal, aquellos errores que nos hacen aparecer como las víctimas de las circunstancias, el azar, la enfermedad, la agresión o algún gigantesco error de discernimiento. Empero, no es posible que nos elevemos inmediatamente a las alturas del Espíritu para hallar una independencia de esta especie a menos que estemos dispuestos a dedicarnos a la tarea de alcanzar tales alturas. Aquellos que han adquirido la independencia la han obtenido mediante la devoción a cualquier tarea que se les presentara en la senda que conduce a la meta final.

La independencia requiere amor. Jamás podemos ser independientes de los demás a menos que amemos a toda la humanidad. Amar a la humanidad significa servirla, dar de sí mismo sin pensar en nuestro bienestar, sacrificándolo todo por el bien de los demás. Cristo Jesús dijo (Mateo 20:26, 27): “El que quisiere hacerse grande entre vosotros, sea vuestro criado; y el que quisiere ser el primero entre vosotros, sea vuestro siervo.”

Nosotros hallamos la independencia del temor a medida que irradiamos la consciencia del Amor que ofrece la liberación del temor, y que contempla a cada individuo como un ser a quien debe amarse. Nosotros no debemos esperar a que otros hagan por nosotros lo que nosotros creemos que debieran hacer. Nuestra felicidad no depende de las acciones de terceros. Adquirimos el gozo haciendo por otros lo que más necesitan, con discernimiento espiritual y trabajando por suplir esa necesidad. Mary Baker Eddy ha escrito lo siguiente en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 518): “Los ricos en espíritu ayudan a los pobres en una gran hermandad, teniendo todos el mismo Principio, o Padre; y bendito es el hombre que ve la necesidad de su hermano y la satisface, buscando el bien propio en el ajeno.”

Habiendo examinado el precio de la independencia, y considerando el coraje moral, la humildad, la devoción y el amor ¿constituyen acaso estos un costo o una recompensa? Si los consideramos un costo, no podemos adquirir nuestra independencia. Para el sentido mortal, el coraje moral puede que a veces sea desagradable. Ser humilde aparentaría ser un sacrificio para la dignidad personal. La devoción a la tarea de adquirir la independencia verdadera puede parecemos a veces muy penosa. Y a veces el amar a otros parecería ser algo muy difícil. Estas, no obstante, son solamente sugestiones agresivas.

El poder de expresar el coraje moral es el poder de la Verdad divina; el poder de dedicarnos a lo bueno es el poder del Principio; el poder de amar constituye el poder del Espíritu infinito. A medida que expresamos estas cualidades, hallamos que el poder de Dios opera en nosotros, por nosotros, y con nosotros, con lo cual adquirimos el gozo que experimentan los hijos de Dios. También hallamos la liberación de la dominación del sentido material mortal, del trabajo tedioso, de lo desagradable, de la falta de provisión y del odio. Y así alcanzamos la independencia verdadera.

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