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La Ciencia Cristiana [Christian Science]...

Del número de abril de 1964 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana [Christian Science] ha sido para mí una inspiración tan grande que deseo compartir mis bendiciones con los demás. Cuando mi hija cursaba el tercer grado se quejó de dolor de cabeza. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que nos ayudara y me aconsejó que leyera en la página 393 del libro de texto, Ciencia y Salud, por Mrs. Eddy, lo siguiente: “Sed firmes en vuestra comprensión de que la Mente divina gobierna y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios.”

Esto me inspiró gran confianza y fe. Sin embargo, al otro día, la niña tenía el cuerpo cubierto de un zarpullido de modo que llamé al practicista diciéndole que deseaba verlo. Se sabía que varios casos de fiebre escarlatina habían ocurrido en la comunidad, de modo que yo temía que mi hijita hubiera contraído esta enfermedad. La historia de Daniel en la Biblia me inspiró mucho cuando el practicista me explicó que ni los sabios ni los astrólogos, ni los magos ni los encantadores fueron capaces de revelar al rey su sueño pero “Hay empero un Dios en el cielo que revela los secretos” (Daniel 2:28).

Un poco más tarde ese mismo día, temerosa de que mi hermana que era enfermera pudiera notar los síntomas de la fiebre escarlatina, abrí el libro de texto en la página 467 y leí estas declaraciones que encerraban pensamientos tan consoladores e inspiraban paz: “Debiera entenderse claramente que todos los hombres tienen una misma Mente, un Dios y Padre, una Vida, Verdad y Amor. El género humano se perfeccionará en la proporción en que se comprenda este hecho; las guerras cesarán, y la verdadera hermandad de los hombres quedará establecida.” Esto hizo desvanecer mis temores.

De acuerdo a las leyes del estado toda enfermedad contagiosa debe ser comunicada a las autoridades sanitarias. Cumplí con este requisito por teléfono y el oficial de sanidad me recomendó que tuviera a la niña en casa durante una semana. No obstante, pedí que se examinara a la niña. Luego llamé por teléfono al practicista, el que me aconsejó que me aferrara firmemente al concepto de Dios perfecto y hombre perfecto. El examen no reveló el más mínimo rastro del zarpullido, que tan evidente había sido sólo una hora antes. A la niña le fue permitido volver a la escuela.

Con el sincero deseo de estudiar la Ciencia Cristiana [Christian Science] fuí librada de dolores de cabeza, sinusitis, el uso de anteojos que había tenido que llevar durante siete años, de la suceptibilidad a los resfríos y la gripe. También he experimentado una curación instantánea de dolor de garganta y de quemaduras.

Mientras mi hija vivía con su tía durante el año escolar, nos escribió contándonos acerca de las vacunas a las cuales sería sometida. Nos informaron que ese distrito no tenía leyes que eximía a aquellos que deseaban apoyarse en los medios espirituales para sanarse. No obstante, con la ayuda de las concordancias yo comencé enseguida a hacer un cuidadoso estudio de las referencias que trataban acerca de ley tanto en la Biblia como en Ciencia y Salud y así cumplir con lo que dice la Biblia: “Pagad, pues, a César lo que es de César; y a Dios lo que es de Dios” (Lucas 20:25).

Fuí guiada a confiar en el hecho de que: “el dominio estará sobre su hombro” (Isaías 9:6). Mi hija no tuvo que someterse al tratamiento médico.

Le estoy muy agradecida a Dios por Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, y por Mrs. Eddy, nuestra Guía, que nos ha enseñado cómo abrir las ventanas del cielo para dejar entrar la luz de la Verdad. —

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