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Engrandeced a Dios, el bien

Del número de octubre de 1967 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Salmista dice: “¡Engrandeced a Jehová conmigo, y ensalcemos a una su nombre!” (Salmo 34:3). Nunca ha sido tan necesario en el mundo el aceptar este magnífico consejo como lo es en la actualidad. Sólo existe un creador y una creación. Todo lo que Dios ha creado es bueno. Dios creó al hombre para que exprese Su bondad y para que glorifique Su nombre. Pero en un mundo donde existen tantas teorías y opiniones humanas divergentes y disputables, la mente carnal o mortal amplifica el mal en cada oportunidad.

Los comentarios que se escuchan por radio y televisión, así como los detalles que se describen en los diarios, hacen uso de todos los medios posibles para presentar vividos cuadros de accidentes, crímenes, violencia, carencia y guerra, amplificando de este modo el mal y atribuyéndole poder. La Ciencia Cristiana nos enseña a estar siempre alerta para reconocer estos cuadros como sugestiones engañosas y reemplazarlos con la verdad acerca de la permanencia del bien por medio de la comprensión de Dios, el Espíritu, que lo es Todo.

Cuando estudiamos la vida de Cristo Jesús encontramos que su pureza de pensamiento y acción, y su modo de vivir a la manera del Cristo, engrandecían el bien. En todas partes se enfrentó con enfermedades, sufrimientos, carencia, tentación y muerte. No obstante, se mantuvo firme y fiel a su comprensión del bien como siempre presente y todopoderoso. Mrs. Eddy escribe en No y Sí (pág. 36): “El verdadero Cristo no tenía consciencia de la materia, el pecado, la enfermedad y la muerte; pues sólo estaba consciente de Dios, del bien, de la Vida eterna y de la armonía”. Y en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras dice (pág. 286): “Las Escrituras declaran que todo lo que Dios ha hecho es bueno, como El mismo, — bueno en Principio y en idea. Por lo tanto, el universo espiritual es bueno, y refleja a Dios tal como El es”.

Por medio de la comprensión de Dios como el Amor divino, el Jesús humano efectuó muchas obras maravillosas. El vio al hombre en su totalidad como la perfecta imagen y semejanza de su Hacedor. Jesús vivió y actuó siempre consciente del bien y refutó cada condición errónea con la idea espiritual del bien. En esta realidad de la Verdad no existen la carencia, el pesar, la depreciación, o la discriminación. El reino de Dios es la realidad. Jesús dijo: “El reino de Dios dentro de vosotros está” (Lucas 17:21). El hombre perfecto y espiritual es la incorporación del bien únicamente. A medida que se utiliza esta verdad cada día, a cada hora y a cada minuto, estamos engrandeciendo el bien y disminuyendo el mal.

Al razonar científicamente encontramos que nunca puede existir algo que no sea el bien. La que escribe se encontraba una noche en compañía de algunos amigos. La conversación giró sobre el tema de la enfermedad y del pecado con sus numerosas complicaciones. El error parecía aumentar más y más. La sugestión se le presentó de excusarse y partir. Entonces el versículo del Salmo al que se hace referencia al comienzo de este artículo le vino al pensamiento como un mensaje angelical: “¡Engrandeced a Jehová conmigo, y ensalcemos a una su nombre!” En ese instante la que escribe silenciosa y firmemente empezó a declarar la bondad de Dios y a descartar toda sugestión de que pudiera existir otro poder. A los pocos momentos la habitación pareció iluminarse, la conversación acerca del error decayó y no se habló más acerca de discordancias aquella noche. En efecto, este problema nunca volvió a surgir, aun cuando los mismos amigos se han reunido nuevamente muchas veces.

El poder y la presencia de Dios son universales y están siempre presentes. A medida que el mundo entero acepte y utilice la oportunidad de reconocer a Dios, el bien, como el único poder y la única presencia, el mal disminuirá y se desvanecerá. Esto está de acuerdo con las palabras de Mrs. Eddy que aparecen en Ciencia y Salud (pág. 293): “La Ciencia Cristiana [Christian Science] revela la Verdad y su supremacía, la armonía universal, la plenitud de Dios, el bien, y la nada del mal”.

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