La festividad de la Pascua fue instituida por Moisés más de mil doscientos años antes de la era cristiana. De acuerdo con el relato que aparece en el capítulo doce del libro del Éxodo, esta festividad se celebraba para conmemorar la liberación de los hijos de Israel del cautiverio egipcio. Cada familia sacrificaba un animal sin tacha. El ritual especificaba que un cordero o un cabrito fuera asado y se comiera con panes ázimos y con hierbas amargas. Los israelitas también fueron instruidos a que debían comer la Pascua de la siguiente manera: “Ceñidos vuestros lomos, y con el calzado en vuestros pies, y el báculo en vuestra mano” (Éxodo 12:11).
La comprensión que Moisés tenía acerca de Dios como el Yo soy, o Espíritu, se había afirmado durante los cuarenta años de meditación que pasó en el desierto, y así pudo en cierta medida, guiar al pueblo de Israel a una adoración más espiritual de Dios. Y en sus reglas referentes a la celebración de la Pascua indudablemente tenía presente el significado espiritual de todos estos detalles materiales. No obstante, con el pasar del tiempo los israelitas adoptaron una práctica religiosa ritualista que consistía principalmente en observar la letra de la ley.
Luego ocurrió el advenimiento de Cristo Jesús que señaló el comienzo de la era cristiana. Al hablar de Jesús, Mrs. Eddy dice así: “Como el ideal individual de la Verdad, Cristo Jesús vino a reprender el error rabínico y todo pecado, enfermedad y muerte, — a señalar el camino de la Verdad y la Vida” (Ciencia y Salud, pág. 30).
Después de tres años dedicados a un ministerio público inigualado, y acercándose ya al punto culminante de una demostración perfecta del Cristo, Jesús regresó a Jerusalén durante la celebración de la fiesta de los panes sin levadura, a pesar de que estaba consciente a lo que se exponía. Al preguntarle sus discípulos dónde quería que se preparara la Pascua, les indicó el lugar. Aparentemente, él no repudiaba esa fiesta, la cual, sin duda alguna, había celebrado con su familia hasta esa época. Permitió a sus discípulos que prepararan la Pascua, probablemente de acuerdo a la costumbre del antiguo rito, y cuando llegó el momento se sentó a la mesa con ellos.
Después de la cena, Jesús se esforzó en enseñarle a sus discípulos el verdadero significado de la Pascua. Elevó sus pensamientos al verdadero significado de esta jornada de los sentidos al Alma, y los hizo comprender que la única provisión válida para esta jornada no era el pan sin levadura sino la verdad acerca del ser espiritual, que desciende del cielo y la cual él había enseñado y demostrado.
Jesús deseaba sinceramente hacerles comprender que la verdadera Pascua representaba la renuncia al materialismo, de manera que cada uno pudiera obtener el sentido espiritual de todas las cosas. Esta renunciación incluía, por consiguiente, los símbolos y ritos de los antepasados. Para Jesús, el pan, el vino, y la copa tenían un significado espiritual y él deseaba impartirles este nuevo concepto antes de separarse de ellos. Mientras daba gracias por el cumplimiento de la voluntad divina, les dio la copa — una copa de amargura, pero también de bendiciones — y dijo: “Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre, la sangre del Nuevo Pacto” (Mateo 26:27, 28). Sin embargo, el espíritu de este “nuevo pacto” que Jesús deseaba infundir fervientemente a sus discípulos, se perdió de vista tres o cuatro siglos más tarde. Sólo la conmemoración ritualista que se conoce como la Eucaristía es lo que más parece haber sobrevivido.
Siglos más tarde, el pensamiento elevado de Mrs. Eddy y su profunda consagración a Dios, la prepararon espiritualmente para recibir la revelación de la Ciencia Cristiana, la cual expone las obras y palabras de Cristo Jesús. Mrs. Eddy declara que todo es Espíritu y espiritual; que sólo por medio de una devoción espiritual a Dios podemos estar en comunión con Dios, el cual es Vida, Verdad, Amor, Principio, Espíritu, Mente y Alma. Sólo por medio del sentido espiritual, el cual determina nuestro ser verdadero, podemos participar de la naturaleza divina.
Esto fue lo que indicó Jesús cuando dijo: “Tiempo empero viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre a los tales busca como adoradores suyos” (Juan 4:23). Esto demuestra en verdad su rechazo a todos los ritos materiales como incompatibles con la verdadera adoración.
A la luz de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana obtenemos el verdadero sentido de la comunión y de la Eucaristía. Mrs. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 35): “Nuestra Eucaristía es la comunión espiritual con el único Dios. Nuestro pan, 'que desciende del cielo', es la Verdad. Nuestra copa es la cruz. Nuestro vino, la inspiración del Amor, la bebida que nuestro Maestro apuró y encomendó a sus seguidores”.
Al iluminarse de este modo su sentido espiritual, el estudiante de la Ciencia Cristiana aprenderá del estudio diario de la Lección-Sermón, que se publica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, las verdades espirituales que suplirán todas las necesidades del momento; todas las demandas del día. Con “lomos ceñidos” — fortalecido y sostenido, con “calzado en los pies” — preparado para ir hacia adelante, con “báculo en la mano” — o sea, con sabiduría en la cual puede depender sin temor — el Científico Cristiano estará mejor preparado para demostrar el Emanuel o “Dios con nosotros”. Apreciará las habilidades que se necesitan para llevar a cabo la voluntad divina de acuerdo con el Primer Mandamiento: “No tendrás otros dioses delante de mí” (Éxodo 20:3), y con los mandatos de Jesús: “Predicad, diciendo: ¡El reino de los cielos se ha acercado! Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios” (Mateo 10:7, 8).