Durante mi permanencia en un país asiático me vi aquejado súbitamente por una seria y dolorosa infección a la cara. Me dijeron que esta clase de infección era muy común en el país donde me encontraba y que debía ponerme en contacto con un médico inmediatamente para recibir tratamiento.
Durante aquella época residía en un apartamento para estudiantes extranjeros donde nadie sabía nada acerca de la Ciencia Cristiana. Al principio no le presté mucha atención al problema, pero pronto éste se hizo más y más evidente al punto que me sentí avergonzado de salir a la calle. Luego mis compañeros de estudio rehusaron sentarse a comer en la misma mesa conmigo, y una atmósfera de mucho miedo y superstición comenzó a rodearme.
Me encerré en mi habitación y no salí durante dos días. Leí de la Biblia y de las obras de Mrs. Eddy, pero la evidencia física permanecía igual. Traté de comunicarme con la practicista de la localidad, pero se encontraba fuera de la ciudad por varias semanas. Una llamada telefónica que traté de hacer a una practicista que residía en otro país no fue aprobada por la institución que auspiciaba mis estudios la cual sólo me ayudaría a obtener tratamiento médico. Estaba muy desesperado y me embargaba el temor, y hasta sentí mucha nostalgia.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!