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[Original en español]

“Jesús lloró”

Del número de enero de 1968 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estas dos palabras “Jesús lloró” (Juan 11:35) forman el versículo más corto de la Biblia. Sin embargo, ¡cuánta compasión y cuánto afecto humanos expresa esta pequeñísima frase!

El relato de la resurrección de Lázaro ilustra bellamente el profundo sentido humanitario y práctico de Jesús cuya compasión iba siempre unida a su comprensión y aplicación de la Verdad. Cuando fue informado que su amigo Lázaro estaba enfermo, Jesús se quedó aún dos días más en el lugar donde estaba. Su humildad para reconocer que no era el Jesús humano, sino el Cristo, la Verdad, lo que sana y salva, eliminó la ansiedad que podría haberlo hecho ir precipitadamente al lado de su amigo.

Se sintió profundamente conmovido cuando vio a las hermanas de Lázaro y a los que con ellas estaban, llorando por lo que consideraban la muerte de Lázaro; sin embargo, su concepto de la verdadera compasión lo llevó a elevarse por encima del cuadro mortal erróneo hacia las alturas del entendimiento, donde sabía que, en realidad, no existe nada que necesite ser compadecido. Su reconocimiento de que la voluntad de Dios es la de manifestar la armonía, lo habilitó para dar gracias aun antes de que Lázaro fuera resucitado. Su compasión y afecto, y su fidelidad a Dios prepararon el camino para la curación científica, la demostración de dominio que el hombre real tiene sobre toda la tierra.

La vida de Jesús es rica en ejemplos de genuina compasión. A menudo él comenzaba sus curaciones expresando esta cualidad hacia aquellos que venían a él en busca de ayuda. Sus obras, así como sus palabras, muestran por qué la compasión es esencial en la práctica sanadora de la Ciencia Cristiana. En el Nuevo Testamento y en los escritos de Mrs. Eddy se da énfasis a la compasión que uno siempre debiera expresar para su prójimo y para sí mismo.

En la Ciencia divina el hombre es el reflejo espiritual de Dios, exento de todo mal y, por lo tanto, no expuesto a circunstancias o condiciones que necesiten ser compadecidas. La Biblia declara: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” ( Génesis 1:31). Pero hasta que los hombres despierten gradualmente a comprender y aceptar este hecho, estarán expuestos, de un modo u otro, a la esclavitud y sufrimientos que causan las multitudes de creencias que se originan con la ilusión de que hay vida en la materia.

Era hacia el individuo que albergaba estas creencias a quien se dirigía la compasión de Cristo Jesús, y es hacia este individuo a quien debe dirigirse la compasión del Científico Cristiano a fin de iluminar con su comprensión de la Ciencia divina la consciencia humana esclavizada por las ilusiones de los sentidos materiales. Mrs. Eddy dice en Ciencia y Salud (pág. 393): “Una creencia errónea es a la vez el tentador y el tentado, el pecado y el pecador, la enfermedad y su causa”.

En la medida en que el estudiante de la Ciencia Cristiana progresa en su comprensión de esta Ciencia y la aplica en su vida diaria, se aumentan su compasión y sentimientos humanitarios así como su deseo de practicar la curación metafísica según las enseñanzas de la Ciencia. En efecto, lleva a la práctica este deseo en la medida de su compasión.

Mrs. Eddy dice (ibid., pág. 365): “El pensamiento benigno de Jesús, encontrando expresión en palabras tales como: ‘No os afanéis por vuestra vida’, sanaría a los enfermos, y así los capacitaría para elevarse por encima de la supuesta necesidad de afanarse por el estado corporal y de medicinarse; mas si falta el afecto sincero, y si se desatienden el sentido común y los sentimientos humanitarios naturales, ¿qué cualidad mental queda para evocar la curación del brazo extendido de la justicia?”

El amor y la compasión que Mrs. Eddy expresó para la humanidad, la llevaron a fundar, a través de años de renuncia y olvido de sí misma, su descubrimiento de la Ciencia Cristiana. Sus obras y palabras preparan al estudiante de la Ciencia Cristiana para sentir y expresar la compasión que es ingrediente básico en la práctica curativa de esta Ciencia.

La verdadera compasión nada tiene que ver con esa conmiseración dañina que, aun cuando muchas veces sincera, bien intencionada y expresiva de afecto humano, hace una realidad del mal y de esta manera perjudica a veces a aquellos que tienen necesidad de ayuda. La verdadera compasión es práctica y positiva. Aquel que la expresa se conduele del que sufre, pero niega la realidad del mal. Reconoce que la Vida, la Verdad y el Amor son el Principio creativo del universo espiritual y del hombre espiritual, y que esta creación es perfecta y eterna. Tal persona es humilde. No interfiere con los planes de Dios sino que deja que la Verdad revele la armonía. Se ve libre de ansiedad porque está consciente de la omnipresencia, omnipotencia y omnisciencia del Amor.

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