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[Original en portugués]

Como testimonio de la verdad...

Del número de julio de 1968 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Como testimonio de la verdad demostrada por Cristo Jesús y con profundo respeto y gratitud por la incomparable obra de Mrs. Eddy, al revelarnos la verdad, deseo relatar algunas bendiciones que he recibido por medio del estudio de la Ciencia Cristiana.

Durante un picnic escuché por primera vez la Lección-Sermón leída según se indica en el Cuaderno Trimestral. De aquella lección solamente retuve estas palabras: “Y bendito es el hombre que ve la necesidad de su hermano y la satisface, buscando el bien propio en el ajeno” (Ciencia y Salud, página 518).

Estas palabras me indujeron a aceptar una invitación para asistir a un servicio dominical de la Ciencia Cristiana. Era en la época en que la Ciencia Cristiana justamente comenzaba a establecerse en nuestra ciudad, y los servicios religiosos aún eran celebrados por un grupo que se reunía en una casa particular. Más tarde, me casé con el joven Científico Cristiano que me había invitado al picnic.

Algunos meses después de mi casamiento, contraje una enfermedad y llamé a un médico, pero por diferentes motivos el médico no llegó hasta tres días más tarde. Al tercer día, mi condición se había empeorado de tal modo que no podía reconocer a la gente que me rodeaba. Durante unos minutos de lucidez, mi marido me pidió que tratara de leer alguna de las publicaciones de la Ciencia Cristiana. Solamente encontramos un ejemplar de Ciencia y Salud en francés. Tratando de aplicar los pocos conocimientos de francés que había aprendido en la escuela secundaria, comencé a leer. Para mi sorpresa, pude leer durante media hora sin tener que recurrir al diccionario. Eso fue suficiente. Me levanté, subí un buen número de escalones, y preparé la comida. Esa noche cuando el médico vino a verme, no había nada que hacer para él. ¡Estaba curada! Eso ocurrió en 1951.

Poco a poco comencé a estudiar la Ciencia Cristiana. Curaciones de resfríos y de muchas otras enfermedades, así como la curación de mal carácter y la costumbre de tomar bebidas alcohólicas en reuniones sociales han constituido continuas bendiciones. Durante un servicio religioso dominical, cuando me encontraba sirviendo como Segunda Lectora, me vi libre de un dolor abdominal que me había afligido durante algún tiempo. La molestia nunca retornó.

Cuando mi hija se encontraba en el primer año de escuela, se rompió la clavícula. Su brazo derecho colgaba completamente inerte. Se aplicaron entonces las enseñanzas de la Ciencia Cristiana para el caso, y mi hija se recuperó tan rápidamente, que setenta y dos horas más tarde ella podía hacer uso de su brazo derecho normalmente para escribir los exámenes en la escuela.

En otra ocasión, mi hijo enfermó de una infección renal. A pesar de nuestros esfuerzos para vencer el mal negando su realidad y afirmando la verdadera identidad del muchacho como hijo de Dios, no tuvimos éxito en nuestro intento por cambiar la situación. Llamamos a un practicista y por medio de la oración dedicada, la curación fue completa en menos de media hora.

Muy grande es mi gratitud por todo lo que la Ciencia Cristiana ha hecho por mí; por la capacidad de enseñar a mis hijos un concepto mejor y más elevado de Dios como Amor infinito, siempre activo y siempre presente; por el privilegio de ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, y por la clase de instrucción Primaria.


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