Es muy natural que todos anhelen una experiencia humana armoniosa, pero existe una gran diversidad de opiniones en cuanto a cómo se puede obtener este bien.
La humanidad en general cree que el bien es básicamente material y que es controlado mayormente por factores materiales. También cree que la salud depende de la obediencia a leyes físicas de la salud y que la provisión abundante es el resultado de un esfuerzo humano concentrado, basado en un intenso interés propio, o que es meramente el resultado de la casualidad. Muchas personas tratan de encontrar satisfacción interior a través de alguna forma de indulgencia sensual. Pero en cada caso falta el verdadero bienestar porque se ignora el factor más importante, que es el espiritual.
A menudo describimos un estado de felicidad usando la palabra “cielo”. Al contemplar algún acontecimiento feliz a veces decimos: “¿No sería esto celestial?”. En la Biblia a veces se menciona el reino de los cielos como el reino de Dios, significando un estado de suprema satisfacción espiritual y de felicidad. Mary Baker Eddy eleva el significado de la palabra “cielo” a alturas sublimes al definirlo en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras como: “la armonía; el reino del Espíritu; gobierno por el Principio divino; espiritualidad; felicidad; la atmósfera del Alma” (pág. 587).
Es obvio que esta definición acerca del cielo elimina cualquier concepto material. Enseña que el reino celestial es un estado de iluminación espiritual, o sea, de consciencia divina, y que jamás es un sitio material ni tampoco es una combinación de personas o acontecimientos humanos.
Los Fariseos dieron a conocer el concepto materialista que tenían del cielo cuando le preguntaron a Jesús cuándo había de venir el reino de Dios. El Maestro les respondió (Lucas 17:20, 21): “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”, quiere decir, dentro de la consciencia. Este reino es un estado subjetivo de armonía, natural al hombre verdadero como reflejo de la Mente que es todo armoniosa.
Cristo Jesús enseñó y probó que la consciencia es lo primordial. Sabía que las erróneas fuerzas mentales de la mente carnal, eran las supuestas causas de todo pecado, enfermedad y muerte. También sabía que al abrigar los pensamientos de Dios, la armonía del reino de Dios, el poder de la Mente divina podía tener dominio sobre estas falsedades. Instantáneamente él las destruía reconociendo que toda realidad es el estado subjetivo de la Mente divina, que todo ser verdadero existe en Dios justo en el punto de perfección presente y eterna.
Mrs. Eddy dice (Ciencia y Salud, pág. 291): “El cielo no es una localidad, sino un estado divino de la Mente, en el cual todas las manifestaciones de la Mente son armoniosas e inmortales, porque allí no hay pecado, y el hombre no tiene una justicia que sea suya propia, sino que se halla en posesión de la ‘mente del Señor’, según afirman las Escrituras”.
Mantendremos más consistentemente el reino interior a medida que vivamos más conscientes de la Mente, Dios, como lo único que nos rodea. Esta Mente es el Amor divino, el bondadoso Ego, que nos mantiene eternamente dentro de Sí mismo. Debemos aprender a darnos cuenta de que nuestra vida está en la Mente y pensar desde esta altura, nunca hacia ella. Todos tenemos mucho trabajo espiritual para hacer antes de que demostremos todo lo que este estado mental envuelve, pero nunca llegaremos a la cumbre espiritual a menos que reclamemos nuestra presente perfección en Dios, a pesar de los defectos actuales.
La Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. enseña que la materia, en todas sus formas, ya sea como materia animada o inanimada, es en realidad un cuadro ilusorio e hipnótico, el estado subjetivo de la mente carnal o mortal. Debido a esto nuestros pensamientos modelan y forman nuestra experiencia humana. Si nos dejamos dominar por pensamientos de temor y enfermizos, entonces reproduciremos en nuestros cuerpos un cuadro de enfermedad. También los pensamientos limitados y egoístas a menudo se expresan como falta de provisión adecuada.
Por el contrario, cuando mentalmente comenzamos a abrigar pensamientos divinos y aprendemos a ocupar la consciencia con el bien espiritual, percibimos que el reino de los cielos verdaderamente está al alcance de la mano. Nuestra experiencia estará en conformidad con estos conceptos más divinos. Expresaremos los resultados de la vida y del pensamiento a la semejanza de Dios en salud, regocijo e integridad abundantes.
Jesús dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Esto, por supuesto, no significa que el Amor divino conscientemente mejora la materia cuando obedecemos sus mandamientos. Lo que sí significa es que debido a que la experiencia humana es un cuadro exteriorizado del pensamiento humano, a medida que la mente humana se espiritualice, se obtendrá una mejor manifestación exterior.
Pero cuando comenzamos verdaderamente a sentir la inspiración y el regocijo que son el resultado de cierta medida de espiritualidad, entonces abandonamos la búsqueda de fines humanos ya sea que los consideremos como metas principales o secundarias. Hemos vislumbrado algo del reino interior, la unidad de Dios y del hombre como Mente e idea; y una nueva y más grande felicidad es nuestra. Las cosas añadidas ciertamente aparecerán, pero nuestro verdadero motivo es entrar al reino del Alma, el cual está siempre asequible.