Es generalmente admitido que existen dos elementos esenciales para alcanzar un nivel sobresaliente en los estudios. Uno debe entender las bases que lo fundamentan por medio de varias fuentes de información, incluyendo entre ellas conferencias, reseñas, libros y apuntes. Entonces, el estudiante debe recopilar y almacenar una abundante reserva de conocimiento humano. Básicamente, se utilizan dos facultades: el entendimiento y la memoria.
Mientras que los sistemas aceptados en la actualidad clasifican la capacidad de pensar como una función del cerebro, el método del Científico Cristiano se torna a la fuente del pensamiento inteligente. Esta fuente es la Mente divina. Ciertamente, lo lógico sería recurrir a la fuente perfecta e infinita del entendimiento. Esto es lo que los Científicos Cristianos están aprendiendo a hacer.
Mrs. Eddy explica: “Avanzando hacia un plano de acción más alto, el pensamiento se eleva del sentido material al espiritual, de lo escolástico a lo inspirado, y de lo mortal a lo inmortal” (Ciencia y Salud, pág. 256). Por lo tanto, hallamos que la memoria y el entendimiento necesarios para tener éxito en los estudios, deberían derivar de la inspiración, más bien que de alguna función del cerebro. Existe una clara vislumbre de una fuente espiritual en las palabras de la Biblia: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda” (Job 32:8).
El hombre más inteligente que ha conocido este mundo, dependía enteramente de la inspiración. Cristo Jesús sabía que la mente y el cuerpo humanos no eran la fuente de la inteligencia. “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30), dijo él. Y sabía que el entendimiento espiritual acerca de Dios, la única Mente, lo capacita a uno a recurrir a la Mente divina.
Para el estudiante de la Ciencia Cristiana, el entendimiento no es una cuestión de luchar con conceptos humanos hasta que finalmente se llegue a obtener su significado. Más bien constituye el esclarecimiento o iluminación del pensamiento, respecto a la verdadera naturaleza del hombre como imagen y semejanza de Dios. El resultado natural de este reconocimiento honesto y esta clara convicción es una puerta abierta a la rica fuente del entendimiento inteligente por medio de la inspiración.
Para el estudiante, la memoria no significa acordarse de una serie de datos acumulados, sino más bien, es un asunto de reflección. El hombre, como expresión de la Mente, posee cada pensamiento inteligente que necesita, al reflejar las cualidades de su creador infinito. El reflejo de la inteligencia divina, proporciona abundante inspiración.
Consideremos una breve declaración de la actitud mental conducente a obtener inspiración, y luego veamos una práctica aplicación de la misma.
La verdadera identidad del hombre, debe ser reconocida como una expresión espiritual de la Mente divina. Entendiendo esta relación filial con Dios, comenzamos por eliminar las creencias falsas de limitación. Más que buscar un resultado humano, en lo relativo a la obtención de altas calificaciones, nuestros motivos deberían ser impulsados por una más amplia expresión de inteligencia. El efecto leudante de esta inteligencia sobre el pensamiento humano, es aliviarlo de los límites estrechos del tal llamado poder cerebral y conciliar el pensamiento con el poder ilimitado de la Mente. El efecto práctico que resulta de la consagración y la dedicación a estos objetivos, es una consciencia iluminada en armonía con la inteligencia divina, de aquí la abundancia de la inspiración resultante.
Un joven estudiante universitario se encontraba en una situación en que se le exigía que siguiera un curso teórico muy avanzado de una asignatura que realmente nunca había entendido propiamente. El profesor era extremadamente intelectual, y siempre se comentaba mucho, entre los estudiantes, acerca de lo poco que ellos entendían la materia y cuán bajas eran las calificaciones que se obtenían en tal curso.
El día anterior al examen, este estudiante se dio cuenta realmente que no sabía por dónde empezar el repaso de la materia. Halló el tema sumamente difícil de entender y memorizar. Era Científico Cristiano, y puso en práctica su religión. Había concurrido a todas las clases, y leído todos los libros que le asignaron por espacio de varios meses. Por lo tanto, se sentó y comenzó a considerar la realidad de que el hombre refleja la inteligencia divina. El no rezó para obtener una buena nota. En realidad ese pensamiento nunca entró en su mente. Pasó la noche aclarando su pensamiento respecto a su relación con Dios, la Mente divina. A medida que confiaba plenamente en Dios, iba adquiriendo una gran sensación de paz. Vio que el único trabajo que se necesitaba hacer, era el de vivir y expresar conscientemente la inteligencia, es decir, expresar una cualidad espiritual; entonces Dios proveería la inspiración necesaria.
Durante el examen escrito, las ideas fluyeron abundantemente y sin esfuerzo mental alguno. No pudo dejar de pensar en Dios con humildad y gratitud por tan sólida prueba, cuando tiempo más tarde recibió el resultado del examen con un puntaje cercano al sobresaliente. Más todavía, el profesor solicitó tener una entrevista personal con este estudiante, para conversar sobre sus ideas.
Toda la Escritura es inspirada por Dios,
y útil para enseñar,
para redargüir, para corregir,
para instruir en justicia,
a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra.
II Timoteo 3:16, 17
