Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Los resultados seguros de la Ciencia

Del número de julio de 1968 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La curación que se busca por medio de la Ciencia Cristiana es segura si esta Ciencia se comprende y se practica correctamente.

A medida que progresamos en nuestra comprensión de la Ciencia Cristiana y demostramos su labor de curación, llegará el momento en que nos tornaremos a Dios para obtener la curación con la misma confianza y expectativa absolutas con que esperamos el amanecer. En Ciencia y Salud (pág. 368) por Mrs. Eddy, leemos: “La confianza inspirada por la Ciencia descansa en el hecho de que la Verdad es real y el error es irreal”. He aquí un hecho simple sobre el que se basa la curación en la Ciencia Cristiana. Las realidades del ser, que son otorgadas por Dios y que el hombre refleja como la semejanza de Dios, incluyen la armonía, la paz, el regocijo, la salud, y el bien abundante. Debido a que éstas son reales, son indestructibles y por lo tanto están siempre presentes. Las desarmonías de la existencia material, tales como el pecado, la enfermedad, la pobreza y la muerte son irreales porque Dios nunca las creó y existen sólo en creencia. El resultado seguro de este conocimiento de la verdad es la aniquilación del error.

¡Qué gran confianza siente el Científico Cristiano a medida que aprende a orar correctamente! La oración en la Ciencia Cristiana es una afirmación silenciosa de que Dios lo es Todo y que el hombre está incluido en ese Todo. No es una recitación de bendiciones requeridas sino un reconocimiento sincero de que tales bendiciones siempre han sido, ahora son, y siempre serán reflejadas por el hombre.

La oración es un constante y glorioso reconocimiento de que “en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). La oración no realiza la perfección del hombre, más bien es una aseveración del hecho de que como Dios es perfecto, el hombre es ahora mismo el hijo espiritualmente perfecto de Dios. A medida que nuestra consciencia ceda a esta verdad, el resultado seguro de tal oración se manifiesta en bienestar físico, en la destrucción del pecado, y en la protección contra las discordancias de la existencia material.

Una noche, una estudiante de la Ciencia Cristiana pidió ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana para una condición muy dolorosa que se le había presentado en una pierna. Ambas razonaron, que de la misma manera que la noche sigue al día y el amanacer a la noche, así debe seguir la curación al tratamiento. A medida que las ideas espirituales, o sea, la verdad del ser, se desarrollaban en el pensamiento de la estudiante, la irrealidad de la creencia material, las oscuras nubes del miedo y del dolor, se disiparon y se sintió a salvo y segura en la presencia constante del Amor.

Después de pasar una noche apacible, la estudiante despertó y se dio cuenta de que no sólo se le había curado la pierna, más también una condición pulmonar de la cual la practicista no tenía conocimiento. La verdad había sido afirmada, reconocida y aceptada; la enfermedad había sido reconocida como irreal, incorrecta e inaceptable, y la curación siguió como resultado seguro.

¿Es permanente una curación efectuada por medio de la Ciencia Cristiana? ¡Por supuesto que lo es! Cuando la aurora aparece, ¿esperamos acaso que el sol se esconda nuevamente en el horizonte, y que retorne la oscuridad? Lo mismo ocurre en una curación en la Ciencia Cristiana. Una vez que la luz de la Verdad ha penetrado el pensamiento, ésta permanece expulsando así el error.

A medida que aumente nuestra confianza habrán otras lecciones que aprender, quizás hasta más difíciles, y habrán otras condiciones para sanar. Puede que nos sintamos tentados a creer que hemos olvidado lo que aprendimos, o que nos hemos separado de la Verdad. Entonces es el momento de recordar las palabras de Pablo (Romanos 8:35): “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” Sea que aceptemos esto o no, no hay absolutamente nada que pueda separar al hombre de la verdad acerca del ser. Cristo Jesús demostró que el hombre es la obra de un Dios infinitamente perfecto. Al seguir a Cristo Jesús practicando las verdades de la Ciencia Cristiana, podemos probar que no somos mortales imperfectos sino inmortales, inseparables de Dios como Sus expresiones de perfección.

Ninguna sombra de temor, de dudas, de recelo y desconfianza, puede interrumpir, ni aun por un segundo, la relación que existe entre Dios y el hombre — el Principio divino y Su idea. La Ciencia Cristiana afirma esta verdad; la creencia mortal la niega. ¿De qué lado hacemos nuestras decisiones?

Nunca ha habido tanta necesidad de colocarnos del lado del Espíritu como ahora. El materialismo clama por la supremacía, y tras de él vienen el terror y la desesperación. Rechacemos el error. El vislumbrar al universo del Espíritu y al hombre espiritual y perfecto de Dios, exige un pensamiento positivo y consecuente, un reconocimiento constante, de la omnipresencia y omnipotencia de Dios. Eso es la oración incesante, y la paz y la armonía se manifestarán en nuestra experiencia humana como resultado seguro.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 1968

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.