En el mundo de hoy en el cual la humanidad está empeñada en una gran búsqueda de los valores verdaderos, la Ciencia Cristiana permanece como un faro de la Verdad para guiar a los hombre fuera de las tinieblas y de la desesperación hacia la luz del amor que Dios tiene por Su creación, el hombre, Su imagen y reflejo perfecto, creado a Su semejanza.
Hace muchos años me encontraba sumida en el fango del desaliento debido a relaciones humanas rotas y a una seria condición física muy grave. Había tenido la oportunidad de asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cuando niña, y sabía que la verdad del Cristo sanador podía liberarme, de manera que solicité la ayuda de una practicista. En Ciencia y Salud Mrs. Eddy escribe (pág. 540): “El lecho fangoso de un río tiene que ser agitado para purificar la corriente”. Hubo mucho que remover de mi consciencia. Durante un período de tres años tres practicistas contribuyeron, en diferentes ocasiones, a abrirme las puertas que parecían haberme encerrado.
Fue de gran importancia para mí durante esta experiencia, la gratitud que sentí por Mrs. Eddy y que provino del estudio de sus biografías y de sus escritos, incluso del estudio de Ciencia y Salud conjuntamente con la Biblia. Obtuve una comprensión que jamás me ha abandonado de la omnipresencia de Dios y de Su amor por mí y por todos. A pesar de que a veces me embargaba un estado de debilidad tal que difícilmente me permitía mantenerme de pie, fui guiada a aceptar un empleo en una tienda de departamentos que requería me mantuviera de pie durante muchas horas. Dos de las declaraciones de verdad que me guiaron y protegieron fueron: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13) y “La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa” (Ciencia y Salud, pág. 283).
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