El abrigar la verdad de que el Amor que es Dios está siempre presente, es descubrir que Dios nunca abandona a Sus amados hijos. Todos somos en realidad los amados de nuestro Padre-Madre Dios, y todos estamos unidos en esa divina relación filial la que se manifiesta en una cálida hermandad humana.
El profeta Jeremías escribió (31:3): “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”. Estas palabras regocijan el corazón y nos ayudan a sentir la profunda ternura que Dios siente por nosotros. La gran solicitud del Amor nos envuelve y satisface nuestra continua necesidad de amar v ser amados.
En Ciencia y Salud (pág. 54) Mrs. Eddy habla de Jesús así: “De acuerdo con la amplitud de su puro afecto definió el Amor”. Para estar verdaderamente satisfechos con el Amor divino, para sentir su presencia, y reconocer su poder, es necesario que comprendamos al Amor como Dios. A menudo buscamos el amor en una personalidad finita, mientras que el amor se encuentra en la expresión de cualidades divinas. Debemos aprender a diferenciar entre el verdadero concepto del amor y el falso.
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