Fue con mucha alegría que presencié la curación por la Ciencia Cristiana de un caso mental. Mi madre se sintió presa del desaliento y de la indiferencia y se volvió física y mentalmente inactiva. Siendo yo su pariente más cercano fui quien tuvo que hacerse cargo de ella. Al mismo tiempo fue internada en una institución para ancianos Científicos Cristianos.
Poco después pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que la ayudara. Yo hablaba con la practicista todos los días y ella me mencionó muchas verdades que me ayudaron mucho cuando me sentía aterrorizada. Me alentó a apoyarme en las palabras de Mrs. Eddy que nos da en Pulpit and Press (Púlpito y Prensa, pág. 3): “Sabed, pues, que poseéis poder soberano para pensar y obrar correctamente, y que nada puede privaros de esta herencia e infringir el Amor”.
A veces la enfermedad se presentaba en forma de temor, de odio, resistencia a hablar, insultos, beligerancia y alucinaciones. Pero la practicista y yo continuamos orando y manteniéndonos firmes en la Verdad. La practicista me aseguró que toda oración científica es positiva.
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