La lectura, Señor, es Tu labor;
La mía, seguirte con fervor.
En ésta, Tu cena de gracia y amor,
Tuya es toda la gloria y el loor.
Estos libros, nuestros predicadores consagrados,
Por Ti bendecidos y autorizados,
Traen a la anhelante humanidad ahora
De Cristo la pureza sanadora.
No hay lengua mortal que elucide
La verdad que aquí se percibe
En apacible y secreta comunión
La Mente única halla su expresión.
Oh, guíame, entonces, Padre amado;
Que Tus tiernos brazos envuelvan
Esta expectante congregación.
Envía Tu bendición.
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