El celo para dar la Ciencia Cristiana a la humanidad debe estar templado con sabiduría y con respeto y consideración para los derechos de conciencia del prójimo. Es un hecho que en su ministerio de tres años Cristo Jesús sanó enfermos, reformó pecadores y venció la carencia, la ley de gravedad y la muerte en consonancia con las leyes de Dios. Jesús sabía que es sólo por medio de la correcta comprensión de lo que es el hombre como imagen de Dios que los individuos pueden liberarse del sufrimiento y de las limitaciones que imponen los sentidos materiales, cualquiera que sea la forma que asuman. No obstante, Jesús jamás intentó forzar la consciencia de los demás a la comprensión que él tenía de Dios y de Su creación perfecta, espiritual.
Después de la curación del demente, que llevara a cabo en el país de los gadarenos, el Maestro se enfrentó con la oposición de los aterrorizados habitantes de aquella región. Ellos no comprendieron esta curación llevada a cabo por medio del Cristo, la Verdad. En Lucas leemos (8:35, 37): “Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo ... Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió”.
¡“Entrando en la barca, se volvió”! Con esta sencilla y humilde actitud, Jesús demostró que el verdadero amor a la humanidad lleva en sí respeto y consideración. A cada uno se le debiera dejar en libertad de seguir el camino que mejor crea lo conducirá a la obtención de la salud, la santidad y la felicidad.
Una actitud que no toma en cuenta la disposición mental de aquellos en necesidad de ayuda o no respeta sus derechos de conciencia, no producirá buenos frutos. Y hasta puede crear en aquellos que nada saben de esta Ciencia una actitud antagónica hacia ella y llevarlos a calificarla como de mero fanatismo religioso.
Mrs. Eddy, cuyas enseñanzas elucidan las enseñanzas de las Escrituras, nos dice en su libro No y Sí (pág. 9): “Es cierto que las equivocaciones, los prejuicios y errores de una clase de pensadores, no deben introducirse o establecerse entre aquellos que son de convicciones más claras y concienzudas; pero esto sí puede y debe hacerse: dejad en paz a vuestros contendientes, y no uséis influencia alguna para impedir su actividad legítima desde su propio punto de vista y experiencia, sabiendo, como debéis saber, que Dios todo lo regenerará y separará sabia y finalmente; mientras que vosotros podéis errar en el esfuerzo y perder el fruto”.
En nuestros deseos sinceros de ayudar a la humanidad con nuestra comprensión de la Ciencia Cristiana, es posible que nos veamos confrontados con las preguntas: “¿Cómo puedo estar seguro de que estoy supliendo a una necesidad espiritual de acuerdo con la voluntad divina? ¿Estoy demostrando la sabiduría, la consideración, y el respeto que Cristo Jesús enseñó y vivió y que Mrs. Eddy practicó?” La Ciencia Cristiana contesta estas preguntas y elimina las dudas.
Esta Ciencia enseña — en las palabras de Mrs. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 465) — que “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, infinitos, incorpóreos, divinos y supremos”, y que el ego del hombre es el reflejo del Ego divino. Entonces, cuando uno mora en la consciencia espiritual de estas verdades puede percibir claramente el camino que debe seguir cuando es llamado a satisfacer las necesidades de otro, ya sea éste un extraño, un amigo, o un familiar muy querido.
Es posible que en nuestra misión sanadora, el Amor divino requiera de nosotros lo que requirió de Jesús en el país de los gadarenos — que entremos en la barca y nos volvamos. Si éste es el caso, podemos darnos cuenta de que el Cristo, la Verdad, está siempre operando en la consciencia humana para eliminar todo lo que pretenda perpetuar la creencia de que la existencia es material y el hombre un mortal sujeto a todos los peligros y miserias de la carne. Esto nos librará de la ansiedad respecto al progreso espiritual y protección de aquellos que amamos. Descansaremos en la seguridad de que ni las falsas atracciones del materialismo, ni ninguna forma de superstición o ignorancia pueden impedir la belleza y utilidad de la Verdad.
Ya sea que uno hable o calle, que se acerque a aquellos en necesidad de ayuda o se aleje de ellos, uno debiera sentir que las decisiones que toma son inspiradas por la sabiduría de la Mente y expresan la compasión del Amor, la convicción de la Verdad y la estabilidad del Principio.
