El reconocer y aceptar que el hombre es el hijo de Dios es de primordial importancia en la curación del pecado, la enfermedad y las guerras. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens., leemos (págs. 476, 477): “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que se le aparecía allí mismo donde los mortales ven al hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo”.
¡ Qué desafío tan formidable es éste para cada uno de nosotros! Esto, sin embargo, no quiere decir que ignoremos el mal, pero sí significa que debemos negarle identidad al mal. Debemos vernos a nosotros mismos y a nuestros semejantes como hijos de Dios y no como mortales enfermos, pecadores o pendencieros. En el libro de Malaquías se nos pregunta (2:10): “¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?”
En una ocasión, una Científica Cristiana viajaba en un tren subterráneo en la ciudad de Nueva York. Antes de conocer la Ciencia Cristiana, acostumbraba juzgar a las personas de acuerdo con ciertas normas de educación y cultura. Sin embargo, por medio de la Ciencia Cristiana había aprendido a verse a sí misma y a los demás como los hijos e hijas de Dios, y a darles mentalmente la bienvenida con el saludo: “¡Salve, hijo de Dios!”
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