Luisa estaba segura de que podía comprender los Diez Mandamientos, pero el último, el que dice: “No codiciarás” (Éxodo 20:17), no le era tan fácil como los demás. Es más, no estaba ni siquiera muy segura de que lo comprendía.
Su maestra en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, había insistido en que todos los mandamientos eran importantes porque cada uno tiene un mensaje sanador. De manera que Luisa confiaba en que el Amor divino le revelaría el significado del décimo mandamiento.
Una noche, mientras se lavaba el pelo, se dio cuenta de cuán bonito era el de sus hermanas. Su admiración rayaba en la envidia. Bajo la suave luz de la lámpara, el pelo de Judit se veía tan dorado como un botón de oro, y el de Pat tenía un aterciopelado color castaño.
—¿ Por qué no puedo tener un pelo como el de ellas? —le preguntó a su mamá. —El mío es tan poco atractivo, no es ni rubio ni oscuro.
—¿ Pero, no crees que el brillo que tiene es muy bonito?—le contestó su mamá, haciéndole un guiño.
La respuesta de su mamá la entusiasmó momentáneamente haciéndola olvidar su sentido de inferioridad, pero ambas sabían que tenía que haber una respuesta satisfactoria y duradera.
Esa noche, antes de irse a la cama, Luisa y su mamá leyeron detenidamente el décimo mandamiento: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”. Después de hablar con su mamá, Luisa se dio cuenta de que todo esto quería decir que no debíamos anhelar lo que otra persona tiene ni estar envidiosos de lo que es. No tenía que sentir envidia por la belleza de otro sino que debía aprender a expresar más belleza ella misma.
El Amor divino es la única fuente de vida. Dios ama al hombre y le da todo el bien, de modo que cuando otra persona tiene algo bueno, esto debe verse como la evidencia del bien, del amor de Dios. Y como Dios ama a todas sus ideas, Su amor no está limitado a unos pocos privilegiados sino que está a disposición de todos para que lo disfruten y vivan. Mrs. Eddy lo dice así en Ciencia y Salud: “El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas” (pág. 13).
Luisa comenzó a darse cuenta de que el anhelar la manifestación de bien de otra persona, le impedía a su pensamiento percibir la totalidad y perfección del Amor, y lo que el Amor le estaba dando. Si cerraba su pensamiento a la totalidad del Amor y a la bondad de Dios, estaba, en efecto, separándose del bien. Si alguien le ofreciera un regalo, no cerraría sus manos para recibirlo ya que las manos deben estar abiertas para aceptarlo.
De la misma manera Luisa debía abrir ampliamente su pensamiento a la ilimitada provisión que el Amor tiene para todos nosotros, y debía aprender a regocijarse por el bien de los demás. No era necesario que su pelo fuera exactamente como el de sus hermanas para disfrutar de su belleza. Podía hacerlo aun cuando no fuera algo que personalmente le perteneciera, ya que toda manifestación de belleza no es una posesión personal que deba envidiarse o codiciarse, o de la cual sentirse orgulloso. Y ella podía abrir sus ojos a la belleza que Dios estaba expresando a través de su propia individualidad.
Luisa empezó a percibir que toda evidencia de bien, ya fuera expresada en la experiencia del prójimo o en la propia, era prueba del amoroso cuidado de Dios, y debía apreciarse y amarse. Como dijera Cristo Jesús, Dios le da belleza hasta a las flores silvestres.
Percibió que podía apreciar la belleza de sus hermanas sin sentir envidia, y los resultados fueron estupendos. Dejó de sentirse inferior o fuera de sitio, y se sintió verdaderamente feliz y satisfecha. Al dejar de codiciar expresó más belleza, y sanó de una condición física de que padecía. El Amor divino le había iluminado el décimo mandamiento, y su obediencia a este mandamiento le había traído la curación.
Al elevar su pensamiento a Dios, la fuente de todo bien, Luisa había aprendido el verdadero significado de las siguientes líneas del himno número 224 del Himnario de la Christian Science:
En dondequiera el bien esté,
Su fuente encuentra en Ti.
