La experiencia que paso a relatar ha dejado en mí un hermoso progreso espiritual. Un día sentí grandes dolores y rigidez en la espalda y brazo derecho. A pesar de afirmar que nada de esto era la verdad, cada vez eran más intensos los dolores. Me comuniqué con una practicista de la Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. quien comenzó a elevar mis pensamientos a la realidad, a la Verdad. Sus palabras “Dios ha creado al hombre a Su imagen y semejanza” fueron de gran lucidez para mí.
Soy empleada de oficina y hacía un tiempo que tenía cierta dificultad con un compañero. Era tratada con descortesía y esto me hacía sentir incómoda y poco apreciada por esa persona. Por medio de las palabras de la practicista “imagen y semejanza” me di cuenta de que debía esforzarme por ver al hombre como la idea perfecta de Dios. Comprendí también que yo estaba protegida y era amada por el Padre y que estaba cómoda en el lugar en que Él me había colocado. Los dolores comenzaron a ceder, desapareció la rigidez y luego sané completamente.
El progreso espiritual que he ganado incluye un amor más grande para mi prójimo, más compasión y una comprensión de lo importante que es la gratitud.
Paso a paso voy adquiriendo con el estudio de la Ciencia Cristiana un sólido sentido de la omnipresencia de la Verdad para guiar, y observo con todo regocijo cómo mi concepto del diario vivir se colma de innumerables bendiciones. Algo de gran significado para mí fue el recuperar un portadocumentos conteniendo importantes papeles.
Un día en que había paro de ferrocarriles tenía que ir de mi casa a Buenos Aires. Debía encontrarme a una hora determinada en una iglesia filial siendo portadora de varios documentos que llevaba en la carpeta. Debido a la falta de transportes, un caballero a quien no conocía me llevó en su coche.
Para llegar a destino debía tomar otro vehículo, y al efectuar el cambio, noté la falta del portadocumentos — lo había dejado olvidado en el coche. Dentro del portadocumentos no había ningún dato para poder obtener mi identificación o domicilio y yo ignoraba la dirección del dueño del coche, pero por algunos datos que él me había dado acerca de sí mismo supe que vivía tres localidades más afuera de donde yo vivía. Se acercaba el día en que más se necesitaría la documentación extraviada.
Al principio, cuando me di cuenta que había perdido los documentos, sentí una gran depresión, pero rápidamente empecé a orar afirmando que en el reino de Dios nada se pierde. Así confiada y con la seguridad de Job (42:2): “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti”, una tarde me dirigí a la localidad donde ese señor me había dicho que vivía. No llevaba un punto fijo donde pedir datos. Sólo sabía que estaba “bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1), y que Él dirigía mi camino.
Así llevada entré en el primer negocio que encontré y con los pocos datos que poseía pregunté al dueño del mismo si conocía a esa persona. Después de algunas alternativas recordó que ese señor y su familia eran sus clientes. Me indicó el domicilio y me dirigió hacia allá. Fui recibida con mucho cariño, devolviéndoseme la carpeta con toda su documentación. Supe que esta familia estuvo tratando de localizarme, pero que su búsqueda había sido infructuosa.
Siento una gran gratitud a mi Padre por haberme guiado a esta hermosa enseñanza, por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, y por la felicidad de haber recibido instrucción en clase primaria de la Ciencia Cristiana lo cual ha hecho que mi valle florezca como la rosa.
Buenos Aires, Argentina