La creencia de que los valores del hombre residen en la posición que ocupa o en los bienes materiales que posee, es lo que ha dado origen a lo que los hombres llaman clases sociales. Mas esta creencia de la mente mortal especulativa se destruye a sí misma al ser analizada a la luz de la Ciencia Cristiana. Esta Ciencia nos enseña que todas las discordancias humanas tienen su origen en la ilusión de que el hombre es un mortal, producto de un Dios antropomórfico que envía tanto el bien como el mal y que ha condenado a los hombres a sufrir todas las miserias de una creación que el mero razonamiento humano no puede comprender.
La alegoría bíblica que se encuentra en el capítulo segundo y en los siguientes del Génesis, y que bien conocen todos los que leen la Biblia, describe al hombre como creado del polvo y a la mujer de una costilla del hombre. Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana muestran claramente que esta alegoría no es la verdad acerca de la creación, sino que ilustra la ilusión de una supuesta existencia originada en el polvo o la materia. La aceptación de esta ilusión ha eclipsado de la percepción de los hombres la realidad espiritual y científica de la creación, en la cual el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y dotado de dominio sobre toda la tierra.
La descripción del hombre real se encuentra en Génesis 1:26, 27: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó”. Esta declaración científica respecto a lo que es el hombre, necesariamente requiere que los hombres investiguen el origen del cual proceden si desean saber lo que son.
En Ciencia y Salud, Mrs. Eddy contesta como sigue a la pregunta “¿Qué es Dios?” (pág. 465): “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, infinitos, incorpóreos, divinos y supremos”. Siendo Dios la Mente infinita del hombre, el hombre no está, no puede estar, sujeto a las limitaciones de la materia. Su inteligencia no emana de una supuesta mente residente en el cerebro y clasificada según el tamaño de éste. Sus valores morales y sus capacidades no están regidas por un cuerpo físico, por condiciones hereditarias o por su ambiente. Dios no lo ha destinado a ser clasificado en grupos sociales donde unos se consideran superiores y otros inferiores. Cristo Jesús dijo (Juan 7:24): “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”.
Las clases sociales y las clasificaciones humanas no han sido creadas por Dios, por lo tanto no tienen existencia verdadera. Su pretendida existencia es sólo una ilusión. Mrs. Eddy dice (Ciencia y Salud, pág. 239): “Suprimid la riqueza, la fama y las organizaciones sociales que no pesan ni un ápice en la balanza de Dios, y se obtendrán vistas más claras del Principio. Disolved las camarillas, nivelad la riqueza con la honradez, dejad que el mérito sea juzgado de acuerdo con la sabiduría y se obtendrán mejores vistas de la humanidad”.
El tratar de asociarse con personas de mayor rango a fin de ganar prestigio o popularidad, acusa debilidad mundana, y hacerlo para progresar económicamente significa ignorar las oportunidades ilimitadas que Dios está constantemente otorgando a todos Sus hijos por igual. Las cosas materiales, incluyendo una buena educación, por muy necesarias que sean, no satisfacen los anhelos de Verdad e inspiración espiritual por los cuales suspira el corazón. Por otra parte, las cosas materiales están sujetas a las vicisitudes de las circunstancias personales y a las fluctuaciones de un mundo que cambia rápidamente.
Para obtener un mejor standard de vida y para liberarse del estigma que los clasifica como moral, física, social o intelectualmente inferiores, los hombres tienen que reconocer su verdadera identidad espiritual y perfecta, y hacer valer su parentesco o unidad con Dios. Esta liberación requiere el esfuerzo constante de parte del individuo por reformar su carácter de acuerdo con la admonición bíblica: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22–24).
Cuando los hombres dirijan sus esfuerzos a poner en práctica esta demanda de Dios — a despojarse del hombre viejo cuyo fundamento está en el polvo de una vieja creencia, y a revestirse del hombre nuevo creado a imagen de Dios — disfrutarán de las bendiciones prácticas que resultan de reflejar a Dios. Probarán por sí mismos la veracidad de la declaración de Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 225): “La historia de nuestro país, al igual que toda historia, ilustra el poderío de la Mente, y demuestra que el poder humano depende de la proporción de buenos pensamientos que represente. Unas pocas frases inmortales, animadas por la omnipotencia de la justicia divina, han sido poderosas para romper cadenas despóticas y abolir el poste de azotar y el mercado de esclavos; pero la opresión no desapareció en derramamiento de sangre, ni salió el soplo de la libertad de la boca del cañón. El Amor es el libertador”.
