La Ciencia Cristiana es la explicación científica de la verdad absoluta del ser y de su aplicación práctica a lo que es meramente el sentido humano del ser. La primera es la realidad científica del Espíritu, Dios, el creador infinito, y de Su expresión, el hombre y el universo. Por lo tanto, incluye la verdad acerca de la vida, la inteligencia, la substancia y el poder. El sentido humano del ser, en cambio, consiste meramente de los conceptos mudables que la mente humana abriga acerca de estos elementos básicos del ser.
La Verdad absoluta existe, ya sea que esté o no consciente de ello la mente humana; está completamente libre de las creencias y opiniones mudables del sentido humano. La Verdad absoluta es realidad; por lo tanto, no tiene grados de evolución. Existe y se mantiene de por sí, y no varía en lo interno ni puede ser tocada por lo externo. Todo lo que es verdadero o real es la expresión de la Mente divina; por lo tanto, es totalmente espiritual y totalmente bueno.
El sentido humano de la vida se fundamenta en el testimonio de los cinco sentidos materiales. Siendo materiales, estos llamados sentidos carecen de consciencia o inteligencia, por eso no pueden realmente funcionar o percibir nada que sea verdadero. Porque en realidad no son sino los sentidos de la llamada mente humana, sólo pueden informar de los conceptos que existen en esta mente y no pueden tener conocimiento de nada que esté fuera de ella. Nuestra Guía, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 86): “La mente mortal ve lo que cree tan ciertamente como cree lo que ve. Siente, oye y ve sus propios pensamientos”; en consecuencia, todo lo que se presente a estos sentidos como un hecho o condición de la existencia, no es parte de la verdad absoluta del ser sino meramente la objetivación de alguna creencia abrigada, consciente o inconscientemente, por la mente humana mortal.
Estas objetivaciones no tienen un reino que les sea propio; se presentan meramente a la mente mortal como realidades fuera de sí misma, porque la mente mortal desconoce su naturaleza totalmente falsa y autoengañosa, como también los sueños que ella incluye. Estos sueños diurnos constituyen el sentido humano del ser.
Es obvio, entonces, que este sentido es irreal, tanto en su origen como en sus conclusiones. Mas, debido a que este sentido irreal parece mantener a hombres y mujeres atados a su engaño, necesita ser corregido si han de evitarse sus desdichados efectos.
¿Cómo hay que hacerlo? Los sentidos físicos, debido a su ciega sumisión a su propio amo, la mente mortal, no pueden despertar a esta mente de su sueño material de que el mal es real. La voluntad humana es igualmente incapaz ante el error, porque es en sí misma el producto de la mente mortal. Ni pueden tampoco los llamados remedios materiales eliminar la causa de las discordancias físicas, mentales o morales, porque su causa está, igualmente, en la mente mortal. Pasar por alto aquello que se presenta al sentido humano como realidad inflexible no puede contender con el error sino que le permite crecer y multiplicarse. Tampoco puede un mero análisis médico o sicológico de una enfermedad o de una condición pecaminosa destruir esas condiciones, sino que hasta puede arraigar más la creencia en ellas.
Mrs. Eddy escribe (ibid, pág. 151): “No es posible que la Mente infinita creara un remedio fuera de sí misma; pero la mente humana, errónea y finita, tiene necesidad absoluta de algo más allá de sí misma para su redención y curación”. Este camino de redención es la Ciencia Cristiana, la cual revela a la humanidad el mensaje divino del Cristo, la Verdad absoluta de Dios, el Creador infinito, junto con Su expresión, el universo espiritual, el cual incluye al hombre espiritual y perfecto y a la ley divina que lo gobierna y protege. Cuando con comprensión aplicamos el Cristo a los conceptos erróneos del sentido humano, comprobamos el poder total que tiene la verdad absoluta para destruir la creencia en esas falsedades.
Es igualmente evidente que una mera declaración general de la verdad absoluta no afecta la pretensión del error, porque uno no puede ver la falsedad de una creencia sin primero enfrentarse con ella y luego compararla con la verdad absoluta del ser, la cual es la única norma de la realidad. Pero cuando ponemos en operación comprensivamente una declaración de la verdad absoluta que niegue la pretensión específica del error, de hecho desafiamos la falsa pretensión y la vemos como una ruin impostura. Entonces nos apartamos de ella, cual uno se aparta de un ineficaz engaño y se torna a la realidad absoluta. Entonces la manifestación externa del error desaparece de la experiencia humana. Y ésta es la práctica de la Ciencia Cristiana.
En su libro Retrospección e Introspección, Mrs. Eddy claramente explica por qué en las curaciones de la Ciencia Cristiana no podemos negar el error superficialmente sino que tenemos que darnos cuenta tanto de la falsedad del sentido humano como de la verdad absoluta. En la página 63, Mrs. Eddy dice: “¿Por qué los Científicos Cristianos dicen que Dios y Su idea son las únicas realidades y luego insisten en la necesidad de curar la enfermedad y el pecado? Porque la Christian Science sana el pecado como sana la enfermedad, al establecer el reconocimiento de que Dios es Todo y que no hay ningún otro fuera de El, — que todo es bueno y que en realidad no hay mal, ni enfermedad ni pecado”.
Si bien es nuestra comprensión de la verdad absoluta del ser lo que nos da autoridad sobre los vanos sueños del sentido humano, es nuestra misericordia expresada en amor compasivo lo que nos capacita para discernir el error, bajo cualquier máscara que se presente, y eliminarlo. Y es nuestro amor a Dios, que sabemos es nuestro Padre-Madre infinitamente bueno y omnisapiente lo que nos inspira a servirlo y nos da el discernimiento espiritual que puede rechazar positivamente como ficticia y pagana toda pretensión de la materia o del mal que pretendería negar que Dios es Todo.
Por medio del estudio verdaderamente consagrado de la Ciencia Cristiana y del ejercicio de una receptividad espiritualmente humilde y sincera, el estudiante de esta Ciencia triunfará, y logrará este triunfo en la medida en que se esfuerce por conformar su carácter y toda su manera de pensar al nivel divino ejemplificado por Cristo Jesús.
La inteligencia suprema del reflejo fiel del Amor divino que poseía Jesús era inseparable de su completa comprensión de la verdad absoluta del ser; inseparable de su habilidad para discernir instantáneamente el error que prevalecía en el sentido humano; inseparable de su profunda compasión que era lo que motivaba sus obras de curación. La divinidad de su carácter y de su comprensión fue expresada por medio de la honda humanidad del propósito de su vida. Refiriéndose a sí mismo dijo (Juan 10:30): “Yo y el Padre somos uno”. Y en el versículo 10 dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
La verdad absoluta del ser es que el hombre participa eternamente de la Vida perfecta. Ahora tenemos que probar esta verdad por medio del abandono de todo falso sentido humano, abandono que resulta de la aplicación fiel y amante de la verdad absoluta del Cristo.
