Las palabras no pueden expresar mi gratitud por la Ciencia Cristiana. Como considero a Dios mi Médico, es a Él a quien recurro en todas mis dificultades.
Me gustaría relatar una curación que tuve de una especie de reumatismo artrítico. Hace algunos años padecí de un dolor en uno de los brazos y en pocos días el dolor se había extendido a todo el cuerpo. Me resultaba difícil caminar y las manos se me paralizaron. No tenía sospechas de qué podía ser aquello, pero un pariente me dijo que era fácil darse cuenta de qué se trataba y me nombró la enfermedad que he mencionado. Aun cuando el temor quiso embargarme, no lo acepté. Mi único pensamiento fue: “¿Cómo voy a atender a mi esposo?”
Volviéndome a Dios en busca de ayuda, me vinieron imperiosamente las siguientes palabras: “Llama por teléfono a Mountlands” (un sanatorio de la Ciencia Cristiana). Sabiendo que ésta era una orden de mi amante Padre-Madre Dios, obedecí de inmediato y en tres días fui admitida en ese sanatorio. Jamás olvidaré el amor y la atención que me dispensaron allí y la afectuosa ayuda que recibí de una practicista de la Ciencia Cristiana durante ese tiempo. En dos semanas mi salud había mejorado considerablemente. Aun cuando la enfermedad era todavía visible, el progreso que yo estaba haciendo era evidente, y fue de gran inspiración para todos. Después de permanecer un mes en este sanatorio, regresé a mi casa y con otro poco de ayuda de otra fiel practicista de la Ciencia Cristiana de mi localidad, pude hacerme cargo de mis quehaceres domésticos sin ayuda de nadie.
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