Cuando encontré la Ciencia Cristiana mi estado mental era precario. Padecía de continua aparición de abscesos, orzuelos y sufría de pie de atleta. Mi estado físico era lastimoso y me sentía a disgusto y avergonzado de mi apariencia. Mi trabajo me obligaba a viajar constantemente a través del país y esto añadía esfuerzo mental a mi inquietud interna. Mientras estuve bajo tratamiento médico la condición empeoró progresivamente.
El desaliento por este estado de cosas me ayudó a sentirme dispuesto a recurrir a la Ciencia Cristiana. Solicité a un practicista de la Ciencia Cristiana que me diera tratamiento por medio de la oración. Bajo el tratamiento de la Ciencia Cristiana y mi estudio de esta Ciencia, aprendí a cambiar mi concepto materialista que abrigaba acerca de mí mismo y de otros, por la idea espiritual del hombre como hijo de Dios. A medida que mi pensamiento cedía a este concepto espiritual de las cosas, el estado enfermizo también desapareció. La impaciencia, la frustración y el descontento desaparecieron de mi consciencia, y sané. Sin tener que hacer ningún esfuerzo, el deseo de fumar y el de beber bebidas alcohólicas en reuniones sociales me abandonó a medida que me fui contemplando espiritualmente como el hijo alegre creado por Dios.
Cada día de los veinte años que han transcurrido desde la fecha de estas primeras curaciones, han sido de progreso en la comprensión de la Ciencia Cristiana. Al pensar en Mrs. Eddy lo hago con reverencia por su fidelidad en seguir, sin desviarse, en su descubrimiento de la Ciencia Cristiana — la verdad que Jesús vivió y enseñó. Estoy agradecido de que por todo el mundo esta verdad está sanando a todo el que recurre a ella.
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