Para los que sufren de pesar por la pérdida de un ser querido, las siguientes palabras de Jesús tienen especial consuelo sanador: "También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo" (Juan 16:22). Sí, por cierto, que volverán a ver a su ser querido, y aquello que al sentido material le parece conclusivo, se verá y comprenderá que es una ilusión. Muchas veces se ha probado que la muerte es un fraude. Aun una sola prueba de su falsedad demostraría que, en todo momento, la muerte es irreal, porque si la muerte fuera algo real, jamás podría haber sido refutada, ni siquiera una sola vez.
Los dos discípulos de Jesús, en su camino a Emaús, quizás hayan pensado que nunca más verían a su Maestro. Mas cuando sus ojos fueron abiertos a la verdad, ¡ qué confianza jubilosa en Dios y en Su Cristo habrán sentido! Todo este regocijo les pertenecía a pesar de haber desaparecido Jesús de su presencia nuevamente. La falta de su presencia material no los privaba ya más de su gozo.
Cuando nuestros seres queridos fallecen, puede ser que nos sintamos separados de ellos a pesar de que, al igual que Jesús, siguen viviendo, pero que por algún tiempo no podemos verlos debido a nuestra falta de comprensión espiritual. En La Unidad del Bien, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, dice (pág. 37): "Los seres humanos son físicamente mortales, pero espiritualmente inmortales. El mal que acompaña la personalidad física es ilusorio y mortal, mas el bien que coexiste con la individualidad espiritual es inmortal. Esta individualidad invisible, existente aquí y ahora, es real y eterna".
La verdadera identidad de nuestros seres queridos está siempre presente en la Mente. Ellos no se han alejado de la presencia de la omnipresencia. Cuando estaban presentes en la carne, por así decirlo, sus verdaderas individualidades, aunque invisibles a los sentidos físicos, estaban aquí. Sabemos que Dios es Espíritu, y que Él creó al hombre espiritual y eterno. Entonces, ¿ por qué afligirnos por la ausencia de la personalidad humana que en realidad nunca fue, en vez de regocijarnos por la individualidad invisible que está aquí y ahora en la Mente divina?
Una persona que maneja un proyector de cine no tiene temor de que se destruya la película si se quita la pantalla. Sabe que la película todavía existe a pesar de que, momentáneamente, está invisible. Para empezar, la película nunca estuvo en la pantalla, sino que, por medio de la luz, era proyectada en la pantalla. En la Ciencia Cristiana sabemos que todo es Dios y Sus ideas. Dios está eternamente expresándose en Su propio reflejo, perfecto y completo — el hombre. Juan habló de la "Luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo" (Juan 1:9, según la Biblia inglesa, Versión King James), y nosotros sabemos que esta Luz mantiene eternamente la verdadera imagen y semejanza. Una vez, la humilde meditación sobre la declaración de esta verdad trajo cierta medida de comprensión y de paz a una Científica Cristiana que se sentía ofuscada por una irresistible sensación de pesar y de pérdida.
En cierta ocasión, Mrs. Eddy dio esta útil ilustración a un periodista: "Si decimos que el sol representa a Dios, entonces, todos sus rayos, colectivamente, representan a Cristo, y cada uno de los rayos a los hombres y mujeres" (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany — La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea). Cada persona encuentra su verdadera individualidad en el Cristo siempre presente. Añorar la ausencia de una persona es negar algo de la expresión de la presencia del Cristo, y Pablo dice refiriéndose a Cristo Jesús: "Si le negáremos, él también nos negará" (2 Timoteo 2:12). En esto se asienta la sabiduría de Pablo, en que él vio que Cristo, la Verdad, asegura la filiación, perfecta y eterna, de cada individuo. Nadie pierde su individualidad, y el Amor infinito, que es Mente, nos promete eternamente que veremos otra vez a nuestros seres queridos.
Como idea compuesta de la Mente podemos confiar en que el hombre tiene identidad, individualidad, perfección; no está compuesto de ideas espirituales, fragmentadas y desasociadas. El hombre tiene cohesión, unicidad, forma, contorno y color, y es solamente su espiritualidad lo que asegura la permanencia de estas ideas. La verdadera substancia, forma y color nunca están en la materia sino en el Alma, Dios.
Podemos estar seguros de que el ser querido que no está ya con nosotros, no ha perdido nada de su individualidad, fuerza y belleza. En su estado probatorio más allá de la tumba, está trabajando su propia salvación. La comprensión de que la memoria es una facultad de la Mente y que por lo tanto nunca puede perderse, nos asegura que él recuerda a sus seres queridos y todas las lecciones que ha aprendido. Está apresurando su batalla contra el error, trabajando por la destrucción completa del error y por la salvación universal.
Jesús nos prometió muchas moradas en la casa de su Padre. En el reino de Dios hay un lugar para cada uno. Haciendo la voluntad de Dios, encontramos nuestro hogar lleno de amor, y una perfección satisfaciente que la personalidad material jamás puede darnos. Cuando nos dedicamos verdaderamente a los negocios de nuestro Padre, nunca estamos solos. Tengamos por seguro que Dios y Su Cristo siempre están con nosotros, y la verdad no dejará de abrirnos los ojos para percibir la presencia de todos los hijos e hijas de Dios. Jesús dijo: "Os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo" (Juan 16: 22). Nosotros también volveremos a ver a nuestros seres queridos, y nadie nos quitará nuestro gozo.