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Instrucción en clase: Una idea correcta

Del número de enero de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todo estudiante sincero de Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. en algún punto de su camino hacia el Espíritu, piensa seriamente en tomar instrucción en clase. El Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy, establece el curso de instrucción dado por maestros autorizados de la Ciencia Cristiana; el estudiante atento a esta provisión reconoce que esta actividad es una idea correcta y, por lo tanto, un paso normal en su progreso.

Aquel que se ha dado cuenta del bien que esta experiencia le traerá, puede estar seguro de que su deseo de tomar el curso de instrucción es bendecido por el Amor divino. Mrs. Eddy, que descubrió y fundó la Ciencia Cristiana, nos dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes de que tomen forma en palabras y en acciones" (pág. 1).

Aunque uno reconozca la importancia de este estudio avanzado, es posible que medite sobre ello durante muchos años antes de que sienta que está preparado para solicitar ser aceptado por un maestro. La mente mortal quisiera atraparnos haciéndonos posponer o renunciar a esta aventura espiritual. El error quisiera tratar de impedirnos ver más allá o por encima de nuestro estado presente, o de que aspiremos a algo mejor.

Puesto que la instrucción en clase constituye el toque de muerte del error, la mente mortal concentra sus más efectivos argumentos en contra de una decisión en tal sentido. Por lo tanto, aquel que está luchando por progresar en su estudio de esta Ciencia, prestará gran atención al consejo de Mrs. Eddy: "Los estudiantes que estén preparados para dar este paso, deben cuidarse de la trampa sagazmente tendida y escondida con astucia para impedir su avance en esta dirección" (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany — La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 241).

La apatía, por ejemplo, trata de convencernos de que el curso de instrucción no es realmente necesario o de que sabemos toda la verdad que necesitamos saber. La inercia trata de mesmerizarnos haciéndonos creer que alguna circunstancia puede impedir nuestro propósito, tal como falta de dinero, de tiempo, de fortaleza o de comprensión. Surgen excusas tales como la inconveniencia de dejar, por el momento, el empleo, la familia, los negocios o el trabajo en la iglesia.

La resistencia humana al Cristo, la Verdad, es magnetismo animal. Procura detener a aquellos cuya manera de pensar es espiritual, así como lo hizo en la época de Cristo Jesús. En el evangelio según San Lucas leemos que Jesús habló acerca de una cena a la que muchos habían sido invitados; pero como tenían muchas responsabilidades personales, todos declinaron la invitación. Esta parábola, que nos recuerda la fiesta espiritual preparada para aquellos que lo dejan todo por Cristo, la Verdad, termina con las palabras del que da la fiesta: "Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena" (Lucas 14:24).

Aquel que ha superado los distintos argumentos de la mente mortal, puede aún sentirse indeciso sobre cómo seleccionar un maestro. Si está alerta no permitirá que el sentido personal, o sea, la voluntad humana, le robe la comprensión espiritual que acompaña la guía divina de la Mente. No se dejará influir por la popularidad o por la proximidad de un determinado maestro, ni dejará que sus amigos lo influyan para que sea un miembro más de la asociación a que ellos pertenecen. Tales medios y arbitrios humanos deben ser cuidadosamente rechazados y el pensamiento debe quedar abierto a la guía infalible de la Mente.

Si ambos, el esposo y la esposa, están considerando dar este paso, esto no significa que necesiten elegir el mismo maestro. La comodidad y la compatibilidad no pueden compararse con la paz inefable y la armonía que son el fruto de una oración que tuvo respuesta. A quien le perturbe la decisión de tomar clase, está escuchando la opinión humana. Encontrará libertad para elegir a su maestro, a través de la comunión con Dios.

El Maestro prometió: "Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público" (Mateo 6:6). Aquellos que han esperado con paciencia que la infalible guía del Amor les sea revelada, están constantemente agradecidos. Elegido en esta forma el maestro, se establece la relación espiritual que inspira al estudiante a liberarse de las cargas terrenales y a aspirar a las alturas celestiales de la consagración.

Algunos dan por sentado que el único propósito de la instrucción en clase es preparar al estudiante para la práctica pública de la Ciencia Cristiana. Si bien este consagrado estudio metafísico desarrolla la habilidad para dar tratamiento y para disciplinar el pensamiento, un estudiante que haya tomado instrucción en clase debe adquirir, a través del progreso espiritual, la capacidad para la práctica pública. Hasta que no alcance este punto, quien haya tomado instrucción en clase tiene el privilegio de aplicar su comprensión de la Verdad a los problemas que surgen en los asuntos humanos.

Un paso dado correctamente para progresar es, inevitablemente fructífero y recompensador. Un programa de estudio que fomenta en el estudiante el deseo de investigar las Escrituras, y lo capacita para superar la discordia y la enfermedad con mayor eficacia, no tiene precio. Las ideas correctas son semillas del bien que se multiplican continuamente. La demostración individual que uno realiza al tomar clase no constituye una finalidad en sí misma; es un comienzo, es una puerta abierta a glorias inestimables.

Por lo general, se está preparado para tomar instrucción en clase en el momento en que se confía en que el Amor desarrollará esta idea correcta. Si uno se siente excesivamente indeciso o decidido, debe descubrir lo práctico así como lo infalible de la ley del Amor, que está constantemente activa, trabajando en favor de sus amados hijos. Mrs. Eddy escribe: "El Amor inspira, ilumina, designa y nos muestra el camino" (Ciencia y Salud, pág. 454).

Uno debe rechazar toda sugestión de que es un mortal limitado y reclamar el reflejo de la Mente como su verdadera identidad. Así como persistimos en afirmar el hecho de que la salud es una cualidad inherente al hombre, la idea de Dios, podemos insistir en que la actividad correcta, fructífera y progresista es parte integral del hombre.

Desde el día en que una joven conoció la Ciencia Cristiana, quiso tomar instrucción en clase, pero este paso elevado parecía imposible. El principal argumento de la mente mortal era la falta de medios. Su joven esposo, que luchaba por mantener a su familia, se opuso al gasto que el tomar clase acarrearía. El elegir un maestro local hubiera sido menos oneroso y más conveniente, pero ella quiso que Dios la guiara. Mantuvo su deseo en silencio durante varios meses, y al fin el nombre de un maestro vino insistentemente a su pensamiento. Solicitó tomar clase con él, y fue aceptada. A través de su correspondencia el maestro le explicó que la instrucción en clase es una idea correcta y que en consecuencia todo lo necesario sería provisto.

La estudiante había estado aumentando las entradas de la familia trabajando diariamente algunas horas en su casa. Tan pronto como lograba reunir una modesta suma, siempre surgía algún gasto imprescindible que agotaba lo ahorrado.

Cuando elevó su pensamiento a Dios en busca de inspiración para resolver su situación económica, las palabras que el Maestro había dicho hace siglos volvieron a ella, nuevas y certeras: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33). Se dio cuenta entonces de que había estado buscando humanamente la fuente de su provisión. Sintió un profundo sentimiento de paz, a medida que lo dejaba todo en manos de Dios.

Hizo todos los arreglos necesarios aunque aún no tenía el dinero disponible. El día en que debía partir era día de pago, pero sabía que el sueldo de su esposo apenas cubriría los gastos de la casa. Aún así pasó el día regocijándose en la bondad del Padre.

Esa noche su esposo llegó a la casa con el cheque de su sueldo — el más alto que había recibido desde que se empleara en esa compañía. Además del pago de algunas horas extras, se le hicieron algunos reembolsos y le fueron pagados dividendos que la firma no se había dado cuenta le pertenecían; todo esto le fue repuesto y añadido a su sueldo normal. Había más que suficiente para cubrir todos los gastos.

Puesto que la instrucción en clase es una idea correcta, su lugar, oportunidad, provisión, protección, dirección, fruición — su perfección — ya están establecidos en la Mente; y el Amor los sostiene. Cuando el estudiante reclama estas verdades como hechos divinos del ser, tiene evidencia de ellas en su experiencia humana. Si sus esfuerzos tienen como motivo la sinceridad y el amor abnegado, no puede dejar de alcanzar su meta.

El deseo que uno siente de tomar instrucción en clase puede ser comparado con estas palabras de los Proverbios: "Retén el consejo, no lo dejes; guárdalo, porque eso es tu vida" (Proverbios 4:13).

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