Hace aproximadamente trece años me apareció un tumor en el cuello. Era estudiante de Ciencia Cristiana en aquella época y le pedí ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana, pero no quise pensar o hablar sobre mi temor que le tenía al cáncer. Como no obtuve mejoría y un ascenso en el trabajo de mi esposo me obligaba a relacionarme con mucha gente, recurrí a una pequeña operación para extirpar el tumor.
El médico que me operó dijo que era cáncer. Me informó que los tres médicos que había consultado habían aconsejado otra intervención quirúrgica. El médico añadió que creía que si el mal se había extendido, ya era muy tarde para hacer algo. Con esta información salí del consultorio del médico.
Al salir del consultorio del médico mi temor aumentó a tal extremo que solicité tratamiento de un maestro de Ciencia Cristiana quien afectuosamente trabajó para ayudarme a sobreponerme al temor de que el cáncer pudiera extenderse o reaparecer, a vencer el temor a la muerte, la conmiseración propia, y muchas otras falsas creencias.
Estaba tan atemorizada que dormí muy poco, y como no quería perturbar nuestra vida hogareña con mi desesperación, oraba sinceramente por expresar alegría pese a todo. Una de las declaraciones de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mrs. Eddy a la que me aferré principalmente fue ésta: “Esta es la doctrina de la Ciencia Cristiana [Christian Science]: que el Amor divino no puede ser privado de su manifestación u objeto; que el gozo no puede convertirse en pesar, porque el pesar no es el vencedor del gozo; que el bien nunca puede producir el mal; que la materia jamás puede producir la mente, ni la vida resultar en muerte” (pág. 304).
En cierta ocasión en que pensé que la enfermedad estaba reapareciendo, repetí silenciosa y pausadamente “la declaración científica del ser”, como se da en Ciencia y Salud (pág. 468), cuyas últimas palabras dicen: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”. Razoné que la vida no está en la materia sino que la Vida es Dios, y firmemente declaré que esto era cierto, pese a cualquier cosa que pareciera hacer la carne. La evidencia desapareció. En otra ocasión en que me aparecieron dos pequeños furúnculos, desalentada y temerosa pensé: “¿ Pero es que nunca voy a poder liberarme del temor de que esta enfermedad reaparezca?” La respuesta fue de que jamás podría tener descanso en la materia y que no hacía falta que lo tuviera, pues siempre estaba descansada y tranquila en la Verdad, el Espíritu, mi única Vida. Nuevamente la evidencia desapareció. Todo por lo que pasé parece ahora completamente irreal.
Lo primero que me viene al pensamiento cuando oigo hablar de cáncer es la primera declaración que me dio el maestro cuando le solicité ayuda — que de hecho, nadie en el universo de Dios ha sido jamás tocado por la creencia de cáncer. A pesar de que transcurrieron muchos mese antes de lograr mi paz y liberación, pienso que esta firme declaración de la verdad rompió el mesmerismo de mi mundo de temor y me dejó vislumbrar un universo protegido y amado por Dios.
San Gabriel, California, E. U. A.