Mi familia comenzó a estudiar Ciencia Cristiana debido a una curación que tuve cuando era niño. Una tía le recomendó a mis padres la Ciencia Cristiana cuando los médicos no pudieron hacer nada por mí, y en menos de un mes la curación fue completa.
De joven, un día en que me encontraba trabajando con cierta maquinaria, ésta casi me arrancó por completo cuatro dedos de una mano. Debido a los reglamentos de la compañía en que trabajaba, llamaron una ambulancia para que me llevara al hospital. Mientras esperaba la ambulancia llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara. Al llegar al hospital, la practicista me estaba esperando. Una vez que los médicos me examinaron, ordenaron que de inmediato se me amputaran los dedos. La practicista me alentó a esperar la curación, y conseguí que los médicos postergaran la amputación hasta que se hiciera trabajo de oración en la Ciencia Cristiana. Con renuencia los médicos accedieron a darnos tiempo para resolver el problema con la ayuda de la Ciencia Cristiana, y una vez que me limpiaron y vendaron la mano me enviaron a mi casa.
Un día en que parecía que no se manifestaba mucha mejoría, la practicista me recomendó leer y estudiar la historia bíblica de Josué en Jericó, comenzando con el versículo uno del capítulo seis, hasta el versículo veinte. La practicista me hizo ver que cuando los hijos de Israel regresaban cada día al campamento después de marchar alrededor del muro que circundaba la ciudad, no se daban vuelta para acechar si su trabajo había tenido algún resultado — para ver si el muro había comenzado a agrietarse o no. Cuando completaron su trabajo al séptimo día, entonces rodearon la ciudad, tocaron las bocinas y gritaron con gran vocerío. Entonces el muro se derrumbó.
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