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Para Jóvenes

Como un rayo de luz

Del número de enero de 2005 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace un par de años me interesé en crear mi propia compañía de importación y exportación. El concepto era encontrar gente que compartiera la misma forma de pensar que yo, y que se comprometiera con la calidad. Exportamos alimentos, muebles, artesanías, materiales de ferretería y construcción, a Centroamérica y Estados Unidos. Y ahora estamos en tratativas para hacer lo mismo en Europa.

En un principio fue muy difícil para todos ver la magnitud de lo que yo quería hacer. Mucha gente me decía que era imposible porque se necesitaba una gran cantidad de dinero. Así que muy pronto comprendí que era necesario poner todo en manos de Dios y ser persistente.

Me afirmo mucho en esta cita de la Biblia: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, Filipenses 4:13. de hecho la tengo escrita en el monitor de mi computadora, porque creo que el Cristo es el mejor socio que una persona pueda tener. No es fácil enfrentar los problemas solo. Es muy desolador sentir que lo único con que contamos es con nuestra capacidad y nuestra fuerza. Pero cuando uno sabe que hay alguien detrás que lo está respaldando, y que ese alguien es Dios, la situación cambia.

Recuerdo que cuando estaba por poner mi negocio, un amigo me dijo: “Asegúrate de que lo que hagas le agrade a Dios, que te guste a ti y que le retribuya algo a la sociedad”. Y sí, ha habido ocasiones en las que he dejado ir oportunidades que pudieron haber sido muy lucrativas, pero sabía que no eran del agrado de Dios. En una ocasión, por ejemplo, me habían ofrecido una distribución de ron que venía del Caribe y había mucho dinero de por medio. Pero lo analicé muy bien y dije: “Yo no estoy a favor de lo que causa el alcoholismo y de lo que hace en las familias”. Y no lo acepté. A mí no me gustaría que lo que estoy haciendo y construyendo fuera a expensas de hacer daño a alguien.

Conocí la Christian Science en 1992, a través de unos amigos de mi familia. En aquella época yo tenía unos 15 años y empecé a ver que estas personas pensaban y abordaban los problemas de la vida de una forma diferente. Después me enteré de que uno de ellos era practicista de esta Ciencia y ayudaba a la gente a curarse por medio de la oración. Pocos años después, fui a estudiar al Distrito Federal y me quedé a vivir con ellos por un buen tiempo, y a través de los Heraldos que estaban en el cuarto que yo ocupaba, entendí mejor la Christian Science.

En ese entonces yo me sentía muy deprimido porque tenía un acné muy severo en la cara y ansiaba curarme. Había visto a los mejores especialistas, usado las medicinas más costosas y no me había podido sanar.

Al tener ese acercamiento a la Christian Science recuperé la esperanza de curarme. Me acuerdo que por las noches me acostaba y leía las experiencias de la gente en el Heraldo. Me llamó mucho la atención una en particular porque hablaba de una madre cuyo bebé estaba enfermo y se dio cuenta de que la única forma en que se podía curar era si ella eliminaba el miedo. Ésa fue la primera vez que escuché que el miedo es el principal causante de las enfermedades. Y en ese entonces yo tenía mucho temor. Tenía miedo de salir a la calle porque pensaba que las partículas del aire me contaminaban la cara, y de comer chocolates y cosas grasosas.

Leía el Heraldo a escondidas. Pienso que era porque me habían inculcado que las otras religiones eran diferentes a la que yo practicaba y si las consultaba sólo me sentiría confundido. Tampoco quería ofender a mis amigos diciendo alguna cosa no muy inteligente. Pero al leer lo suficiente, y enterarme de que incluso gente con cáncer se había curado, pensé que la Christian Science me podría ayudar.

Una vez, platicando con mi amigo, recuerdo que me comentó que hay un solo Dios, y si bien existen muchas religiones, éstas son simplemente las distintas formas en que cada uno lo ve a Él. “Lo único que hay que hacer es conocer toda la Verdad y esa verdad es que tú eres hijo de Dios y que como tal eres perfecto”, me expresó.

Al principio me resultó muy difícil entender que Dios es Mente y que nosotros somos ideas en la Mente, hasta que mi amigo me explicó qué quería decir ser hijo de Dios. “Es como si los rayos del sol fueran cada uno de nosotros. Provenimos de esa fuente de luz divina, nuestra naturaleza es como esa luz, y allí no hay ni un solo hueco de oscuridad. La totalidad de esa luz divina es el Cristo que nos abarca a todos”.

Me ayudó mucho quitarme la idea de que soy simplemente carne y huesos, y comprender que el Cristo es nuestra verdadera naturaleza creada por Dios. Y que nosotros somos Sus hijos, perfectos y puros, porque vivimos en Él.

Mi amigo me decía que no se trataba de sanarme simplemente porque lo deseara, después de todo hay muchas curas por la fe ciega que no terminan con el problema. Yo todavía creía que si salía a la calle había bacterias que me iban a contaminar. Para lograr sanarme era importante entender que hay un solo Dios.

En determinado momento obtuve un ejemplar del libro Ciencia y Salud y esta definición que leí me abrió los ojos: “EL BIEN. Dios; Espíritu; omnipotencia; omnisciencia; omnipresencia; omniacción”. Ciencia y Salud, pág. 587. Entonces comprendí que no puede haber mal alguno que esté al acecho para lastimarnos porque Dios está realmente en todas partes.

Durante este proceso en que fui cambiando mi forma de pensar también fui dejando de lado el temor de que alguien pudiera hacerme algo malo. Quizás fuera lógico que pensara así porque acá en México la brujería es una creencia muy arraigada en la cultura. Pero el progreso espiritual que iba adquiriendo me llevaba a tener bien presente el hecho de que Dios es todopoderoso.

En ese entonces también mi autoestima estaba prácticamente destruida, porque el acné se presentó cuando acababa de entrar a la secundaria y había compañeros de estudios que me hacían bromas bastante crueles. Siempre me había considerado una persona fea y no me animaba ni a acercarme a hablar con una chica. Había mañanas en las que no quería levantarme para no verme la cara. Recuerdo llegar a la escuela cargando mi mochila, pero prácticamente arrastrando mi alma de tan mal que me sentía. No tenía amigos de verdad, precisamente porque todos se burlaban de mí, entonces me entró esa paranoia de que nadie me quería. Fue muy duro.

Era importante alcanzar la convicción de que era hijo de Dios.

Por otra parte, debido a que en ese entonces mis papás tenían bastante dinero y yo tenía un auto nuevo del año, a veces conseguía amigos que se llevaban bien conmigo para poder salir a pasear. Yo estaba muy consciente de esto, y era desolador saber que todo era tan superficial.

Hablando con este señor que me presentó la Christian Science, me di cuenta de la importancia de cambiar mi forma de pensar y de comprender que yo era valioso por el simple hecho de ser hijo de Dios. Es como si a un diamante le dijeran que no vale nada. Esto no lo hace menos de lo que es. Y tampoco lo hace más de lo que es que alguien le diga que es valioso.

También empecé a estudiar la Biblia, libro que nunca había leído. Especialmente leí el Nuevo Testamento donde hay muchas referencias que nos hacen ver que somos hijos de Dios. A menudo buscaba los pasajes donde estaban las curaciones de los leprosos, porque yo me sentía así, aislado como ellos. Allí me admiraba de la gente que con tanta fe decía de Jesús: “Tan sólo con que su sombre pase sobre mí, estaré sano”.

Estos relatos me ayudaron a ver que Dios podía hacer cosas muy grandes. Comprendí que tenía que cambiar mi enfoque y verme espiritualmente lleno de luz. Entonces, aunque al principio me costaba entenderlo, me propuse estudiar el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Comencé a tomar notas y a subrayarlo, hasta que se transformó en un verdadero estudio. Me repetía a mí mismo que Dios estaba conmigo y que me cubría con sus alas y nada me podía hacer daño. Y poco a poco empecé a percibir mi perfección como hijo de Dios, hasta que llegó el momento en que realmente tuve la convicción de que lo era. Tan solo dos semanas después de esto, un día me vi la cara y estaba perfecta, sin señas de acné.

Como ésta fue una curación realizada exclusivamente por medios espirituales, al principio la gente no podía creer lo que había ocurrido, porque sabían que yo había consultado a muchos doctores. No obstante, muchos se acercaron a platicarme para preguntarme qué doctor me había tratado, qué medicina había tomado, especialmente varios amigos que tenían el mismo problema. Incluso, hace poco una muchacha que tenía un acné muy severo vino a preguntarme cómo me había curado.

Al principio la gente se siente escéptica, pero al ver los resultados no pueden más que aceptar que se trata de algo mucho más profundo. Así que he tenido la oportunidad de recomendarles que platiquen con Dios y traten de tener esa comunicación con Él; que se esfuercen por entender que su ser es algo más importante que lo que la piel y los huesos presentan, que entiendan que son espirituales porque el Espíritu es Dios, y forman parte de Su creación.

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